Hoy 1 de octubre que se celebra el día del periodista; no hay mucho que celebrar, pero sí rendir homenaje aquellos verdaderos profesionales que no se rinden ante ningún poder, ya sea político o económico. Aquellos que caminan con la frente en alto y nadie lo señala como un corrupto, ni como un tipo que vende su pluma al mejor postor. Por lo general son los tentáculos del gobierno, sí, aquel paquidermo estatal que siempre tiene los fajos de billetes al momento para silenciar a los periodistas "mermeleros" que siempre están listos a maquillar o informar de soslayo a la población, sobre temas picantes, de esos que hacen tambalear a cualquier gobierno.
En la década del asco ( 1990-2000), donde el reo Fujimori prostituyó a la prensa, muchos periodistas salieron de la pobreza material, pero pasaron rápido a la pobreza mental. Pasado buen tiempo, cuando la tormenta pasó regresaron con el rostro lavado. Sin sangre en la cara al toque se pusieron a manos del mejor postor. Algunos hicieron mea culpa, pero a medias. Otros no disimulan su corazón fujimorista, con la esperanza de que algún día regresen las aguas turbias, la de los dictadores y estarán listos para ganar dinero, pero debajo de la mesa.
En el Perú todavía quedan periodistas honestos, donde la decencia y la ética son su mayor virtud. Quizá el pueblo espera que en la nueva generación de comunicadores haya profesionales a carta cabal, de esos que aman esta linda profesión, que está matizada de riesgos y de aventuras. A los los decentes hay que reconocerlos, a los corruptos hay que señalarlos, porque no hay nada mejor en la vida que llevar la honestidad como estandarte, porque es el mejor ejemplo para tus hijos y la sociedad.