Recuerdo cuando era niño recibí por navidad un regalo de papá Noel (osea mi viejo). Era una pelota de fútbol que empecé a patear ni bien amanecía. Quizá mi progenitor no quería que sea futbolista, sino que era- y hasta ahora- un regalo casi obligado. En mi época ser un futbolista no era una obsesión de los padres, a pesar de los monstruos que había: Cubillas, Sotil, Oblitas, Chumpitaz, etc. Los sueldos eran magros, y los que se fueron al exterior no ganaron mucho.
Muchos padres ahora hipotecan hasta el alma con tal de ver a sus retoños en una escuela de fútbol, a ver si la chuntan y se convierten en estrellas y Europa es el destino; que los millones de dólares vienen sólos y el mundo les pertenece.
Otro caso son los niños pobres, nacidos con talento, que pelotean en los arenales, donde viven; que tienen hogares difuncionales como el caso de Jefferson Farfán; él no podía pagar una academia, su padre lo abandonó. Terminó el colegio por insistencia del desaparecido Constantino Carvallo.
Los chicos son mis hijos, ¡los amo!, dijo un desencajado Sergio Markarían, soplándose todo el alboroto que produjo la inconducta de tres seleccionados, que en plena concentración salieron a furtivas en un horario nada aconsejable a un casino ¿para qué?, sólo los chicos lo saben.
A la "La Foquita" alguien debe aconsejarle que el mundo no se acaba mañana, que la carrera es corta, que cuando cuelgue los chimpunes puede tener todas las mujeres que quiera y tomar ríos de licor si desea. No va a necesitar ponerse el buzo de DT para que todo el mundo lo putee y termine rabioso, arrugado y calvo antes de tiempo.
En Alemania el "morenaje" la está rompiendo y es muy elogiado. En el Perú la prensa está sintonizando en un sólo deseo: que el "mago" perdone al hijo pródigo. El DT peruano deja entrever con cierta sutileza que podría acojerlo y esperando que ya no vuelva a joder. Total "Jeffri" junto a Claudio Pizarro, "el Loco" Vargas son los timoneles que dan tranquilidad y agresividad a ese barco que hace agua y que sí colapsa, ahogaría la esperanza de un pueblo sufrido como el nuestro.
Muchos padres ahora hipotecan hasta el alma con tal de ver a sus retoños en una escuela de fútbol, a ver si la chuntan y se convierten en estrellas y Europa es el destino; que los millones de dólares vienen sólos y el mundo les pertenece.
Otro caso son los niños pobres, nacidos con talento, que pelotean en los arenales, donde viven; que tienen hogares difuncionales como el caso de Jefferson Farfán; él no podía pagar una academia, su padre lo abandonó. Terminó el colegio por insistencia del desaparecido Constantino Carvallo.
Los chicos son mis hijos, ¡los amo!, dijo un desencajado Sergio Markarían, soplándose todo el alboroto que produjo la inconducta de tres seleccionados, que en plena concentración salieron a furtivas en un horario nada aconsejable a un casino ¿para qué?, sólo los chicos lo saben.
A la "La Foquita" alguien debe aconsejarle que el mundo no se acaba mañana, que la carrera es corta, que cuando cuelgue los chimpunes puede tener todas las mujeres que quiera y tomar ríos de licor si desea. No va a necesitar ponerse el buzo de DT para que todo el mundo lo putee y termine rabioso, arrugado y calvo antes de tiempo.
En Alemania el "morenaje" la está rompiendo y es muy elogiado. En el Perú la prensa está sintonizando en un sólo deseo: que el "mago" perdone al hijo pródigo. El DT peruano deja entrever con cierta sutileza que podría acojerlo y esperando que ya no vuelva a joder. Total "Jeffri" junto a Claudio Pizarro, "el Loco" Vargas son los timoneles que dan tranquilidad y agresividad a ese barco que hace agua y que sí colapsa, ahogaría la esperanza de un pueblo sufrido como el nuestro.