¡Viva la vida y no dejes que la te viva!, palabras sabias de la inefable Chuchi Díaz; sin embargo ese lema no sirve de nada, porque algunas personas no son consientes de la moderación y arremeten con todo, dejando al descubierto un comportamiento desmesurado. ¡Salud! por aquí, ¡salud! por allá, la abogada de la Procuraduría del Poder Judicial, Juana Soledad Vega Pinto, seguía bebiendo licor, no reparó en que tenía auto y que tenía que conducir. Y esto pasó a sólo un día de haberse puesto en marcha la campaña del amigo elegido.
Las llantas de su auto chillan, y la abogada se cree un James Bond (versión femenino), como reza la letra de Ruben Blades. Toda ebria circula por las calles de la ciudad, ella con la poca concentración que le queda, balbucea, dejando al aire el tufazo a alcohol y piensa: a mi no me pasa nada, total pertenezco al Poder Judicial, donde los jueces se venden por kilos como en el mercado; y pobre el tombo que me pare, al toque le meto un combo.
La funcionaria del Estado seguía zigzagueando por las calles de Lima, llenas de huecos de "el muertito" Castañeda. De pronto una coaster, sí, esos asesinos del volante, se cruzó en su alocado recorrido y ¡saz! chocaron . Hasta ahí se le acabo la buena estrella que le acompañaba a la abogada ebria. Luego vendrían los policías, los periodistas, las cámaras; la vergüenza familiar estaba por empezar. No quería aceptarlo, pensaba que estaba durmiendo la mona y por lo tanto, soñando.Estando en la comisaría pateó a los efectivos del orden, estaba desconocida, los policías ya le tenían lista una camisa de fuerza. La noticia se hizo pública, no le quedó más que agachar la cabeza. El Poder Judicial ya la despidió, eso es lo mínimo que deben hacer, además de suspenderle la licencia de conducir. Por ser una funcionaria del Estado, el castigo debe ser severo, porque ellos son los primeros en dar el ejemplo y dejar atrás actitudes de borrachos de cantina de los barrios más peligrosos de la capital.