Cuando el crepúsculo ofrecía su mejor espectáculo al filo de las seis de la tarde, un escenario de alboroto y bulla se apodera de la parte externa de un presidio en una ciudad importante de Perú. Del camión cerrado del INPE bajan como 20 hombres sentenciados por diversos motivos. En plena trifulca los familiares tratan, sin éxito abrazar, tocar, despedirse de su familiar en desgracia y desearle que no le pase nada en la cárcel; eso es como pedirle a los políticos que no sean rateros, porque la "cana" es como una sucursal del infierno.
Los nuevos "inquilinos" empezaron a instalarse. Varios empezaron a buscar a su gente, compinches, socios del robo para sentirse protegidos, como en familia; muchos lo encontraron, uno se quedó solo; "chino rata" un delincuente que era conocido por su sangre fría para robar y matar, no encontró a ninguno de sus amigos. Sintió miedo, igual sabia como sortear las cosas horribles por que ya había estado en un penal años atrás.
No pasó ni dos días de "huesped" cuando caminaba por la cancha de fulbito se acercaron dos tipos, con cara de ladrones igual que él. Uno era negro con un africa look espantoso, alto, fornido, un poco jorobado conocido como "chita" y el otro casi enano, barrigón, rostro duro, mandíbula prominente y le decían "pindongo" que cuando reía, espantaba, le faltaba dos dientes, con solo verlos caminar atemorizaban al más valiente.
-Compadre somos de Lima -dijo el enano desdentado-, precisamente del Callao ladró el negro. Queremos hablar contigo y lo llevaron a un lugar oscuro, a un costado de los baños y le propusieron, mejor dicho lo obligaron a que sea el muchacho, el servidor de la celda de ellos y le ofrecieron acomodarse en ese espacio reducido que estaba provisto de camarote, televisor, música, vídeo, tragos finos, drogas, etc. La oferta era tentadora, pero "Chino rata" se asustó, no quiso, pero la amenaza en la cárcel se cumple, entonces tuvo que aceptar.
Todas las noches vivía una pesadilla. Los dos malvados para que la escena sea mas a gusto lo vestían con falda, blusa, sostén, calzón y pantys para luego recrear su fantasía abominable con el pobre "chino rata" que para él era como si lo estuvieran quemando vivo. Macho comprobado, con dos hijos, pero entendió que la cárcel, era lo peor que un ser humano pueda experimentar. Aguantó como buen varón, sabía que algún día saldría, que la vida da vueltas y la ocasión de venganza le martillaba la cabeza.
Un buen día con un sol abrasador "chino rata" salió de la cárcel, se terminó la pesadilla, la vejación; pensó dejar su oficio de ladrón, abandonar el camino delictivo, pero los rateros no se plantan, descansan; toda la vida seguirán con sus latrocinios. Se encontró con sus compinches que también estaban libres y les contó la pesadilla que vivió. No se avergonzó, dijo tal cual como ocurrió. Los amigos masticaron su bronca y juraron venganza.
Planificaron un gran golpe que les dio resultado. Reunieron 200 mil soles, buscaron un buen abogado y en coordinación con el poder judicial -donde todo se vende y se compra- lograron liberar a los abusadores de "chino rata". Una vez fuera "Chita" y "pindongo" no entendían quién los había sacado. Fuera del penal un toyota azul eléctrico del 86 bien conservado estaba estacionado esperándolos.
-Suban -dijo el que estaba en el timón-, alguien apostó por ustedes y los liberó, y quiere hablar con ustedes. Los dos se miraron, sorprendidos, abordaron el auto, en el camino les explicaron que hay una visión de robo fabuloso y que ellos eran los indicados para el "trabajo". Los ex-reclusos sonrieron y asintieron.
Se desplazaron raudos a un lugar periférico de la ciudad, barrio movido, convulsionado. Llegaron, bajaron del vehículo y entraron a una casa mal acabada, con una puerta principal vieja, descuadrada, años que no le pasaban pintura . Una vez dentro, los recibe un tipo alto con cuerpo de robocop, barba de cuatro días, cara de pocos amigos. Se abrazaron, bromearon algo.
-Tomen asiento -dijo el grandote- que oficiaba de anfitrión. Vamos a tomar unas cuantas cervezas antes de hablar de "negocios".
-Tomen asiento -dijo el grandote- que oficiaba de anfitrión. Vamos a tomar unas cuantas cervezas antes de hablar de "negocios".
-Ok -dijeron los dos en coro-, pero notaban que el ambiente en esa casucha era enrarecido, viciado, pesado. Observaron colgado en la pared un cuadro mal pintado de la ultima cena, pero ya estaban ahí y lo mejor era seguir, no había modo de dar marcha atrás.
En la mesa había seis cervezas bien heladas, brindaron haciendo sonar los vasos. Los dos visitantes saborearon con detenimiento el liquido.
-Mi primer vaso de "chela" en libertad -dijo "chita"-, y también el último dijo "chino rata" que ese momento se apareció de súbito frente a los dos. "Pindongo" y "chita" lo miraron y se quedaron perplejos, pálidos sin decir nada, creían que estaban viendo al mismo diablo y a judas calato juntos. No había nada que hacer, se sintieron perdidos. "Chino rata" pistola en mano con silenciador la hizo trabajar, un tiro en la cabeza de cada uno.
Una vez cobrada la venganza, los metieron en una bolsa negra y esperaron que oscurezca para salir y lo llevaron a unos arenales cerca de un cerro y enterrarlos. "Chino rata" se sentía tranquilo, conocido por su frialdad dijo: conmigo nadie se juega, todo quedó atrás, la vida continua, vamos a seguir tomando y coordinar el próximo golpe. Subieron al toyota azul, fiel compañera de los bandidos. Escuchando "dos cervecitas" de Corazón Serrano abandonaron el lugar a toda velocidad dejando una estela de polvo.