jueves, 31 de diciembre de 2015

AÑO NUEVO CON SORPRESA

La noche era fresca, hermosa, luna llena, los parroquianos caminan presurosos, ocho de la noche, último día del año, allá por 1988. Gregorio salia de un centro comercial limeño con las compras necesarias para recibir el nuevo año como se debe. Sentado en su coche, un lada del 80 bien conservado manejaba con precaución al salir del estacionamiento.

La fiesta de la bienvenida del año nuevo sería en su domicilio, todo estaba casi listo, solo faltaba él y los productos que compró. La casa estaba decorada, todo de amarillo. Había gorritos, pitos, serpentinas, piñata; en la calle los vecinos habían armado un muñeco hecho de ropa usada y rellenado con trapos viejos y unos cuanto cohetes, para ser mas emocionante la despedida y bienvenida del año. La música estaba asegurada, el trago también, las botellas esperaban en la nevera que suene las doce para ser destapadas.

El sonido del motor del lada rugía y Gregorio acelera y sale veloz, tomando la vía expresa. Encendió la radio y escuchó salsa, como sazonando la previa de lo que seria la fiesta en casa. Ahora estaba por la avenida Benavides, que lucía tranquila, poco iluminada y tránsito vehicular suave. El rojo fuerte del semáforo lo detiene, minuto y medio parado, tiempo suficiente para que tu vida cambie en un abrir y cerrar de ojos. Parada junto a un poste que sostenía un panel de publicidad estaba una guapa mujer, alta, senos grandes y duros, cabello negro ondulado, rostro bonito, pestañas grandes, ojos  de ensueño, vestía un blusa negra  y minifalda beige infartante, dejando lucir sus bien cuidadas y torneadas piernas. La imaginación perversa de Gregorio lo dejó casi tuerto.

Ella le sonríe, él le responde el gesto guiñándole el ojo derecho. La tentación de mujer se acerca y le dice: me das un aventón, el picarón no iba dejar de pasar esa oportunidad de llevar un bombón y le abre la puerta del copiloto. Sentada le vuelve a sonreír, una sonrisa de encanto tenía la condenada. Dime Norma y le da la mano derecha, soy Gregorio pero dime Goyo. De inmediato la mujer inicia su maquiavélico plan, con sutileza hace un movimiento coquetón, que su minifalda sube mas de lo permitido dejando ver esas impresionantes y lindas piernas y un triángulo negro de su apetitosa ropa intima que cubría la gloria.

El idiota se tragó el cuento y sigue mirando esas irresistibles piernas. Norma actúa de inmediato antes que la magia se acabe y saca un pañuelo blanco de su cartera lo sacude a dos centímetros de la cara del incauto que solo recuerda algo blanco que flameaba como una bandera en cámara lenta.

En su casa Gabino Pampini cantaba faltan cinco para las doce y su mujer  e hijos estaban preocupados por su ausencia, sollozando dijo: ¡que raro! nunca falta  a la fiesta de año nuevo, pero en fin, seguro se emborrachó con uno de sus amigos. La fiesta continuó, pero no con el mismo entusiasmo. Igual se quemó el muñeco, se tomó, se bailó.

Ya era año nuevo, cinco de la tarde, el auto Lada de Goyo estaba estacionado en la playa, pero alejado de la muchedumbre que disfrutaba del mar, clásico en un inicio de año. Al despertar observa un lindo paisaje, el mar y su encanto, el sol casi tenue, creyó que estaba soñando, pero comprobó que no y se preguntaba que hacía allí y recordó el evento de anoche, la provocativa mujer, sus lindas piernas,  el vehículo lucia intacto, no se sustrajeron nada, ni los cuarenta soles de su billetera, pero en el bolsillo de su camisa había 500 soles, ¡que raro! dijo.

Se bajó de su coche, en pleno movimiento sintió un dolor en la parte baja de la espalda, al palparse  se dio cuenta de una sutura de 10 centímetros, ¡chucha me robaron un riñón! Lloró como un niño, pensó que ya no sería un hombre normal, que su vida cambiaría para siempre y todo por creerse un "don Juan", levantador de chicas lindas, ¡que idiota, como me tragué ese cuento! Se jaló los pocos pelos de la cabeza, se autoflagelò propinándose bofetadas en su mofletudo rostro, pero ya todo estaba consumado, ese riñón seguro lo negociaron  en veinte mil soles y él, recibió  500, qué injusta es la vida.






lunes, 30 de noviembre de 2015

GUERRA ELECTORAL


sábado, 31 de octubre de 2015

POLÍTICOS CHUPA SANGRE

Caraduras, frescos, falsos, corruptos,  mentirosos, doble cara, etc. Esa es la característica principal que debería tener un político. La mayoría de los nuestros -que vergüenza- lo llevan como un estandarte, como virtud principal. El único objetivo es volverse millonario a costa de la función pública.

La carrera por el apetitoso sillón presidencial, la adicta circulina, el figuretismo, el poder, el tener una plataforma perfecta para robar ya empezó. En plena competencia se observa de todo, lo impensado; donde todo se vende y todo se compra. Desde las alianzas sorprendentes, risibles; si se puede pactar con el mismo diablo no quedan dudas que los políticos estarían dispuestos a conversar con don satanás con tal que le garantice ganar. 

Ya empezó la carrera y el escenario es patético que a uno lo desalienta, le da vomito y que no hay entusiasmo de votar por los candidatos hambrientos de poder. Los cinco primeros tienen "anticuchos" de toda índole. Keiko, la primera dama de la dictadura de su padre, el "chino rata" sigue en la punta. PPK acusado de lobista, que ya trabajó toda su vida para el estado, que es gringo, pituco y millonario. César Acuña, acusado de pegar a su esposa y de violar a una menor de 16 años y que la embarazó. Alan Garcìa, conocido por todos; los "narco indultos" no lo dejan dormir y lo corrupto que fueron sus dos gobiernos. Y Alejandro "el cholo" Toledo intenta otra vez llegar a palacio, pero su mochila pesada es el caso ecoteva  y eso lo hace un muerto político.



miércoles, 30 de septiembre de 2015

LLEGO LA FIESTA

Faltan pocos días para que empiece la fiesta del fútbol, las eliminatorias al mundial Rusia 2018. La emoción crece, las expectativas también, los pronósticos, las apuestas van y vienen. Todos ganan, los diarios tienen más portadas y venden, la televisión está presente en los entrenamientos, no se pierden la cobertura el mismo día del partido, el antes durante y después, ah y como no, también asoma sus narices esa televisión chismosa, extra deportiva, candelera, que el único propósito que los impulsa es vender, tener rating, así destruyan con sus imágenes, comentarios llenos de dudas el buen desempeño de los seleccionados peruanos.


Y en efecto ya se difundió imágenes de la salida nocturna de Jefferson Farfán que -según entendidos- la amanecida, el baile, tomar algo, y por ahí -se especula- un exagerado encuentro sexual que ha terminado por lesionarlo y, es duda para el encuentro con Colombia en Barranquilla.  Él es la estrella, la figura, titular indiscutible. Que hacemos ahora, esperar un milagro, que se recupere y pueda jugar.

En el segundo partido se jugará con Chile en Lima, el  estadio nacional esta listo, se supone que las entradas se agotarán a las pocas horas de haberlas emitido. Los revendedores se frotan las manos, es su momento de actuar, de hacer dinero, por lo tanto no les importa amanecerse formando cola en las afueras del estadio soportando el peligro de la calle, el frío intenso pero que lo soportan tomando alcohol barato y pitillos con olor a kerosene. Total las ganancias serán sustanciosas. Son peruanos y  tienen derecho a ganarse la vida, aunque la forma en que lo hacen desagrade a muchos hinchas que se quedan privados de comprar entradas y tienen que pagar capricho con el precio alto en que se ofrecen.

¡Arriba Perú! se escucha en las emisoras, en los barrios populares, en los centros laborales, en los espacios públicos. Esperemos que ese lema, sea para llegar a la cúspide, clasificar a Rusia 2018. Si esa posibilidad no se da, todo el Perú volverá a llorar, serian ya 36 años sin ir a un una fiesta mundialista y creo que no es justo, porque no se puede esperar más años de fracasos. 





lunes, 31 de agosto de 2015

LA PESADILLA DEL CHINO RATA

Cuando el crepúsculo ofrecía su mejor espectáculo al filo de las seis de la tarde, un escenario de alboroto y bulla se apodera de la parte externa de un presidio en una ciudad importante de Perú. Del camión cerrado del INPE bajan como 20 hombres sentenciados por diversos motivos. En plena trifulca los familiares tratan, sin éxito abrazar, tocar, despedirse de su familiar en desgracia y desearle que no le pase nada en la cárcel; eso es como pedirle a los políticos que no sean rateros, porque la "cana" es como una sucursal del infierno.

Los nuevos "inquilinos" empezaron a instalarse. Varios empezaron a buscar a su gente, compinches, socios del robo para sentirse protegidos, como en familia; muchos lo encontraron, uno se quedó solo; "chino rata" un delincuente que era conocido por su sangre fría para robar y matar, no encontró a ninguno de sus amigos. Sintió miedo, igual sabia como sortear las cosas horribles por que ya había estado en un penal años atrás.

No pasó ni dos días de "huesped" cuando caminaba por la cancha de fulbito se acercaron dos tipos, con cara de ladrones igual que él. Uno era negro con un africa look espantoso, alto, fornido, un poco jorobado conocido como "chita" y el otro casi enano, barrigón, rostro duro, mandíbula prominente y le decían "pindongo" que cuando reía, espantaba, le faltaba dos dientes, con solo verlos caminar atemorizaban al más valiente.

-Compadre somos de Lima -dijo el enano desdentado-, precisamente del Callao ladró el negro. Queremos hablar contigo y lo llevaron a un lugar oscuro, a un costado de los baños y le propusieron, mejor dicho lo obligaron a que sea el muchacho, el servidor de la celda de ellos y le ofrecieron acomodarse en ese espacio reducido que estaba provisto de camarote, televisor, música, vídeo, tragos finos, drogas, etc. La oferta era tentadora, pero "Chino rata" se asustó, no quiso, pero la amenaza en la cárcel se cumple, entonces tuvo que aceptar.

Desde entonces estuvo al servicio de los dos bravos delincuentes limeños. Les aseaba la celda, tendía las camas, mas o menos como un empleado del hogar al servicio de los dos. Pero ahí no quedaba  la afrenta, también lo violaron, y fue durante los dos años que  estuvo preso. "Chino rata" no era favorecido físicamente, era chato, cabello rebelde, tenía perfil de rata y ojos achinados, de ahí el apelativo cruel, pero tenia un detalle, se manejaba un tremendo culo, como el de Johnnier "poton"Montaño jugador del Melgar. Ese culazo despertó el apetito voraz de "chita" y "pindongo". 

Todas las noches vivía una pesadilla. Los dos malvados para que la escena sea mas a gusto lo vestían con falda, blusa, sostén, calzón y pantys  para luego recrear su fantasía abominable con el pobre "chino rata" que para él era como si lo estuvieran quemando vivo. Macho comprobado, con dos hijos, pero entendió que la cárcel, era lo peor que un ser humano pueda experimentar. Aguantó como buen varón, sabía que algún día saldría, que la vida da vueltas y la ocasión de venganza le martillaba la cabeza.





Un buen día con un sol abrasador "chino rata" salió de la cárcel, se terminó la pesadilla, la vejación; pensó dejar su oficio de ladrón, abandonar el camino delictivo, pero los rateros no se plantan, descansan; toda la vida seguirán con sus latrocinios. Se encontró con sus compinches que también estaban libres y les contó la pesadilla que vivió. No se avergonzó, dijo tal cual como ocurrió. Los amigos masticaron su bronca y juraron venganza.


Planificaron un gran golpe que les dio resultado. Reunieron 200 mil soles, buscaron un buen abogado y en coordinación con el poder judicial -donde todo se vende y se compra- lograron liberar a los abusadores de "chino rata". Una vez fuera "Chita" y "pindongo" no entendían quién los había sacado. Fuera del penal un toyota azul eléctrico del 86 bien conservado estaba estacionado esperándolos.

-Suban -dijo el que estaba en el timón-, alguien apostó por ustedes y los liberó, y quiere hablar con ustedes. Los dos se miraron, sorprendidos, abordaron el auto, en el camino les explicaron que hay una visión de robo fabuloso y que ellos eran los indicados para el "trabajo". Los ex-reclusos sonrieron y asintieron. 


Se desplazaron raudos a un lugar periférico de la ciudad, barrio movido, convulsionado. Llegaron, bajaron del vehículo y entraron a una casa mal acabada, con una puerta principal vieja, descuadrada, años que no le pasaban pintura . Una vez dentro, los recibe un tipo alto con cuerpo de robocop, barba de cuatro días, cara de pocos amigos. Se abrazaron, bromearon algo.

-Tomen asiento -dijo el grandote- que oficiaba de anfitrión. Vamos a tomar unas cuantas cervezas antes de hablar de "negocios". 
-Ok  -dijeron los dos en coro-, pero notaban que el ambiente en esa casucha era enrarecido, viciado, pesado. Observaron colgado en la pared un cuadro mal pintado de la ultima cena, pero ya estaban ahí y lo mejor era seguir, no había modo de dar marcha atrás.


En la mesa había seis cervezas bien heladas, brindaron haciendo sonar los vasos. Los dos visitantes saborearon con detenimiento el liquido.
-Mi primer vaso de "chela" en libertad -dijo "chita"-, y también el último dijo "chino rata" que ese momento se apareció de súbito frente a los dos. "Pindongo" y "chita" lo miraron y se quedaron perplejos, pálidos sin decir nada, creían que estaban viendo al mismo diablo y a judas calato juntos. No había nada que hacer, se sintieron perdidos. "Chino rata" pistola en mano con silenciador la hizo trabajar, un tiro en la cabeza de cada uno. 


Una vez cobrada la venganza, los metieron en una bolsa negra y esperaron que oscurezca para salir y lo llevaron a unos arenales cerca de un cerro y enterrarlos. "Chino rata" se sentía tranquilo, conocido por su frialdad dijo: conmigo nadie se juega, todo quedó atrás, la vida continua, vamos a seguir tomando y coordinar el próximo golpe. Subieron al toyota azul, fiel compañera de los bandidos. Escuchando "dos cervecitas" de Corazón Serrano abandonaron el lugar a toda velocidad dejando una estela de polvo. 




  










viernes, 31 de julio de 2015

REBECA

La mano con un guante blanco coge el machete con filo endemoniado, lo levanta y zas va hacia su objetivo. ¡Ayyyy! chilló Rebeca que en lugar de cortar la cola del pescado le cayó en el indice de la mano izquierda; si no fuera por el guante grueso se hubiese volado un dedo. Pero no, un corte profundo que sangraba como un río. El grito fue desgarrador que asustó a todo el supermercado, lugar donde trabaja. De inmediato fue llevada al tópico del establecimiento, le saturaron la herida, un poco de gasa y listo ha trabajar se ha dicho.

Rebeca trabajó las cuatro horas que faltaban para salir del trabajo; lo hizo con un dolor inmenso. No le quedaba otra, tenia que seguir adelante, le quedaban cinco días para cobrar su mensualidad y largarse. 
-No puede ser-se quejaba- los trabajadores somos tratados peor que animales, somos explotados, y sucede en todos los grandes supermercados de todo el Perú.


Habló con su jefa y le pidió pasar a caja, le admitieron. En su nuevo puesto no había forma de cortarse los dedos, pero era peor que eso. El supermercado estaba en una zona de clase alta de Lima. De modo que todos los días tenía que soportar las majaderías, desplantes de las señoras de mirada levantada que ataviadas de joyas de oro y demás rarezas llegaban a comprar.



-Seguro que eres nueva- dijo una señora de mas o menos 52 años, cabello rubio, alta guapa, bien conservada, ni un rollo en el abdomen,  seguro que todos los días comía ensaladas para estar regia y despertar miradas libidinosas de los varones. Vestía muy ceñido, lucía provocativa pero con gestos nada humildes, todo le apestaba. Esa manera de ser seguro le daba el dinero por que pagaba con tarjeta de crédito infinita que puedes comprar desde un tarro de leche hasta una casa, un yate. 

-Me cambian de caja, esta chica es nueva -mirando con desdén a Rebeca , seguro se va a demorar y no estoy para perder tiempo -ladró la mujer- al mismo tiempo que los chicos asistentes le pasaban sus cosas a otra caja.


El desplante por parte de la vieja rubia fue fulminante para Rebeca que se sintió mal, pero continuó con su labor. Su compañera de a lado le dijo: no te preocupes seguro que su marido no la maltrató bien anoche, las dos rieron sin hacer ruido. La sonrisa no le duró mucho; a los pocos minutos tuvo un pequeño accidente, la faja que transporta las cosa le cogió la palma de la mano derecha, tuvieron que ayudarla para salvar el mal momento, le dolió poco, igual se fue al tópico, le pasaron una pomada y de inmediato regresó a su puesto de trabajo.

                      



El siguiente día fue diferente para Rebeca, tan distinto que le cambiarla la vida. Sentada en su caja llegó un tipo con lentes, de barba rala, agraciado  y siempre sonriente, iba acompañado de su hijo de cinco años. Él forzó en ir a la  caja donde estaba esa chica que le movía el piso. En pleno ajetreo con los productos ella observó que el hombre la miraba con ternura, no lo podía creer. El tipo al momento de pagar le entrega a furtivas su tarjeta de presentación, al reverso había escrito algo que la emocionó: "espero tu llamada". 

Esa noche Rebeca antes de dormir pensó mucho en ese hombre, no era guapo pero tenia un magnetismo especial. Seguro me quiere para sexo se preguntaba. Los hombres son así. Dejó de reflexionar para no romperse la cabeza, no quería sufrir, había tenido una decepción, una más, ya no y se durmió. 

Por coincidencia a la semana llegó la rubia déspota y detrás estaba Vicente. La vieja millonaria al verla le dijo; me supongo que en una semana has aprendido por que yo quiero rapidez, ella asintió. La vieja empezó con su metralla, por favor en doble bolsa, apúrate hijita mas rápido, levantaba la voz, que ponía nerviosa a Rebeca. Vicente la quedaba mirando a la rubia por la vejación a la chica que le gustaba , una vez que la señora se alejó, él se acercó con sus productos y susurrando le dijo: no me llamaste, hazlo en la noche, ella sonrió mirándolo con amor.


Rebeca lo llamó, se encontraron, se conocieron bien, salieron muy seguido, el noviazgo vino solo, él le dijo para casarse, ella aceptó. Todo estaba asegurado, le dijo que ya no trabajé en el supermercado, que como empresario todo estaba bajo control.

Llego el fin de mes, Rebeca cobró. Tenía que renunciar, pero no lo hizo. Al día siguiente fue a trabajar, tenía algo pendiente que arreglar, quería encontrase con la rubia déspota que la trató mal. Para suerte, la vieja pituca llegó con su carrito lleno de cosas pero no fue a su caja se pasó a la del costado, lo tenía todo bien calculado; ya había cobrado, iba a casarse con un empresario, no tenia nada que perder. Abandonó su caja y se puso frente a la señora, le dijo de todo, la insultó levantando la voz, le recordó a su madre. Tuvo que intervenir la seguridad para acabar con la trifulca. Al final se despojó de su uniforme y dijo: renuncio y salio del establecimiento. Afuera lo estaba esperando su futuro esposo en su camioneta, él la besó, rieron y se fueron sin rumbo. 





martes, 30 de junio de 2015

BUEN TRABAJO

Luego de salir de la ducha María Luisa se acicala frente al espejo grande de la cómoda de su cuarto, se da los últimos toques de maquillaje, se cepilla el cabello, se echa perfume francés, se observa en el espejo como diciendo: ¡estoy regia, preciosa! no había dudas, con su 1.70 cm, admirable, curvas en su lugar, unos ojos verdes matadores y linda sonrisa. Luego del ritual de embellecimiento se dirige a la sala de la casa donde están sus hijos y su esposo, se despide de ellos diciendo: me voy a trabajar -cuídate- le dicen sus hijos; sonríe, sale apresurada -no llegues tarde- le dice el marido, ella mirando su reloj de pulsera voltea y le guiña un ojo.
María Luisa vestida con una minifalda dejando ver sus firmes piernas se va a trabajar. Viernes 9 de la noche, llega  a una peña restaurante donde cada fin de semana luce lleno, donde los oficinistas llegan a relajarse toda la noche después de una semana ardua de trabajo. El lugar es acogedor donde hay buena comida, abundante cerveza, pisco sour, y una orquesta que pone a todos a bailar.


En el local se reunió con Fabiola, Carlos y Ricardo, amigos del trabajo. Estaban en pareja, empezaron a trabajar. Bailaron, tomaron cerveza de manera moderada, comieron algo; siguieron divirtiéndose, bebiendo. Los cuatro lo hacían tan natural que no despertaba las sospechas de nadie. Ellos observaban todo el movimiento de los mozos, también miraban fijamente a la guapa chica que oficiaba como cajera.



Eran las 2 de la madrugada, el local reventaba de gente, la bulla de la orquesta no dejaba conversar, pero sí animaba a bailar. Los cuatro amigos se miraron y entendieron que era hora de actuar. Sentados en la mesa después de bailar "el periódico de ayer" de Héctor Lavoe pidieron la cuenta al mozo, éste les dice: son 120 soles. María Luisa que comandaba el grupo de trabajo saca un billete de 200 soles y le dice Boleta por favor, el empleado hace una mueca desagradable y se retira, demora cinco minutos y regresa con el cambio y un papel simple que no era boleta de venta.



De inmediato los cuatro se levantan y se dirigen a la caja, sacan su fotocheck y se identifican: de la SUNAT señorita, la cara pálida de la cajera lo dice todo, ¡nos agarraron! musitó. La fiesta no se detuvo, seguía la música, pero los agentes encubiertos hicieron su trabajo y el establecimiento seria cerrado por una semana por no entregar boletas y facturas, con lo cual evadían al fisco.



María Luisa y su grupo continuaron trabajando de noche realizando un gran trabajo sin despertar sospechas, cerrando establecimientos a los infractores. Lo malo que ese dinero que se recauda para el erario nacional sea saqueado después por los malos funcionarios y políticos de turno quienes se comportan como unos vulgares delincuentes.



     

jueves, 30 de abril de 2015

CARRERA AL INFIERNO

Era una noche de verano en la costa verde de los años ochenta, época de la buena música que ahora todos recuerdan con nostalgia. La canción "cuando pase el temblor" de Soda Stereo sonaba en el toyota corona del 79, pero bien tuneado de Claudio. Era el gran día de los piques, ilegales claro está. Eran una veintena de jóvenes que estaban con sus bólidos de todos los colores esperando el momento favorable y disfrutar de la velocidad y destreza en el manejo. 
Antes de empezar la fiesta de los piques todos los chicos empezaron con la previa; sazonarse como debe ser. Todos tenían su chata de ron en la mano y empezaron a beber para calentar el cuerpo y ponerse eufóricos. Claudio era el líder, el entusiasta del grupo, veinte años, estudiante de derecho, un metro ochenta, cabello castaño oscuro, mirada risueña, rostro ovalado, dentadura imperfecta, (los brackets no estaban de moda en esa época) delgado, tenia el cuerpo bien formado, esculpido como los descerebrados muchachos de "esto es guerra" y le gustaba mucho el ron como que en ese momento se toma un buen sorbo, sacude la cabeza y dice; ¡que buen trago carajo! al mismo tiempo que del bolsillo de su camisa saca un porro de marihuana, lo enciende y le da una pitada profunda, tose y dice: ¡Chucha! esto está bueno, ahora yo mismo soy.

La noche era espléndida, la luna llena, de modo que había cierta claridad del panorama de la costa verde de entonces que ha diferencia de hoy lucia muy abandonada con la pista con muchos huecos, la berma central con árboles, piedras grandes y bloques de cementos que le daban una vista desordenada. Las estrellas, las nubes que se desplazaban y la linda luna eran testigos de lo que iba acontecer aquella noche.


Claudio camina tres metros donde estaba su bólido color rojo sangre, eran las dos de la mañana. Enciende su auto, acelera fuerte, la bulla se escucha hasta los quintos infiernos, se pone en linea de inicio con su competidor, un toyota celica verde limón. Se da la partida y los bólidos salen como alma que lleva el diablo.

El toyota sale primero, el celica no se queda atrás y trata de alcanzarlo, logra su cometido, los dos iban parejo. Claudio estaba muy eufórico, loco, la marihuana ya había surtido efecto y acelera a fondo, no puede dominar una curva y sale disparado, el auto se eleva y da tres vueltas de campana, ahí quedo todo, la maquina destrozada. El silencio era total, todos fugaron, dejando a Claudio agonizando.

Pasó una semana y Claudio abrió los ojos, estaba vivo. El médico le dijo: te salvaste, pero tus piernas quedaron trituradas; no podrás caminar en toda tu vida; el muchacho gritó, no que quería aceptarlo, sus padres trataron de consolarlo, sin lograr tal propósito, seguía llorando, tuvieron que sedarlo.

Estuvo con tratamiento psicológico, como dos años, paulatinamente iba aceptando su nueva condición, pero siempre se lamentaba haber asistido aquella noche fatal a los malditos piques ilegales, (también hay legales que se realizan en el autódromo de la Chutana y que son una invitación al infierno, allí murió el papá del futbolista Juan Diego Vigil) que ya no podrá jugar nunca al fútbol, deporte que amaba y que las chicas ya no lo verán como antes, su enamorada lo dejó, se quedó solo y eso lo deprimía y lloraba. Ahora se moviliza asistido con muletas que serán su compañera de toda la vida. 


martes, 31 de marzo de 2015

LA VENGANZA DE ANATOLIO

Una gruesa lagrima corría por la mejilla roja de Anatolio que se puso melancólico al recordar los tristes episodios vividos en su natal Ayacucho. A sus doce años trataba de entender porque a su corta edad la vida le era adversa; perdió a su padre en manos del terrorismo y su madre desapareció. Con una mirada casi perdida observaba - a través de la ventana del bus que lo traía a Lima- el panorama del lindo paisaje de la serranía; montañas grandes, verdes; arboles gigantes; abajo el río se veía como una serpentina. No tuvo miedo al abismo, acostumbrado a subir quebradas detrás de sus ovejas, dicho paisaje le parecía familiar.


Un tío, hermano de su padre fue quien lo animó a viajar a Lima. Una vez instalado en la capital tuvo que trabajar y estudiar. Tuvo que lidiar con muchos obstáculos que se le presentaron en el camino. En el colegio le hacían bullying por muchos motivos; por ser bajito, los cachetes rojos- serrano le decían- y por llamarse Anatolio. Qué nombre se le ocurrió a su padre. Se defendió a puñete y patadas contra aquellos chistosos compañeros del colegio que lo querían agarrar de cojudo; se defendió como se debe, como varón. Abandonó los estudios y se dedicó a vender cosas en la calle. Tenía que sobrevivir, su tío llegó una vez borracho y le sacó en cara todo. Él llorando dijo que se iba de la casa. Una noche se fue y ya no regresó.



Solo y sin ningún sol en bolsillo empezó limpiando lunas  de los vehículos parados por el infernal tráfico limeño. Reunió en un mes lo suficiente como para comprar algo de mercadería para vender igual en los semáforos que eran su gran aliado para su "chamba". Se hizo ambulante y vendía de todo, caramelos, gelatinas, gaseosas, tapasoles, en fin todo lo que le reportaba dinero. Siempre en el centro de Lima.

Decidió cambiar de aires y se fue a trabajar al centro financiero de San Isidro, distrito pituco, donde los serenos corretean y son implacables con los trabajadores de la calle. En más de una ocasìon Anatolio fue correteado, golpeado por defender su capital de trabajo. Y no solo él, sus demás compañeros también corrían la misma suerte. Lo peor de todo, los empleados del municipio se "tragaban" todo lo decomisado.

La venganza estaba planeada, una mañana Anatolio se levantó muy temprano, y empezó a preparar sus ricas chocotejas, pero como sabía que algún momento lo iban a corretear y quitarle todo decidió ponerle una porción bien calculada de una sustancia para matar ratas. Una vez preparada la chocotejas con su regalito mortal, se fue sigiloso a su centro de trabajo, las calles de San Isidro.

Simulaba que vendía, solo esperaba que los serenos lleguen y empiecen a decomisar; efectivamente llegaron, Anatolio para que todo salga de lo mas natural corrió, forcejeo, igual le quitaron sus chocotejas. Esta vez no se fue con rabia ni al borde del llanto sino esgrimía una sonrisa diabólica, como diciendo: ya se jodieron estos pendejos, ahora me las pagan.

Ocho hombres del serenazgo casi mueren envenenados, se salvaron por que Anatolio no concentró bien la mezcla mortal. Él solo quiso asustarlos y cobrar venganza por todo lo que le hicieron y por lo que perdió. Sabiendo que lo buscariàn viajó ese mismo día a su natal Ayacucho y no retornó en cinco años hasta que la marea baje. Aliviado regresó a Lima, no pasó nada y ahora es un próspero empresario de ropa en Gamarra.



  



sábado, 28 de febrero de 2015

EL ORDEÑADOR

El vehículo policial se desplaza por una calle de una zona movida, picante de la ciudad, son las cuatro de la tarde, los vecinos observan con sorpresa, creen que están patrullando las calles, y se sienten aliviados. Dos policías van en la patrulla, están cautelosos, un poco nerviosos, miran para todos lados. El que conduce tiene mirada penetrante y cara de perro flaco con secuelas de acné en la cara; el copiloto es un tanto bonachón pero con cara de chancho, cabello hirsuto, lentes oscuros, la panza prominente digna de la mayoría de los efectivos del orden.

Después de dar vueltas de manera sospechosa la puerta de un taller se abre automáticamente, el patrullero entra y se ubica en la zanja; las puertas del taller se cierran con la velocidad de un rayo. Los vecinos creen que el vehículo esta averiado y entra a reparación.





En cuestión de segundos aparece el propietario del taller y se saluda con los policías, se abrazan, ríen, bromean; de inmediato ingresa a la zanja y empieza a extraer la gasolina del patrullero con unas mangueras que van directo a unos baldes grandes cual ordeñador succiona las tetas de la vaca y deja al vehículo solo con la reserva de combustible. Culminado el pillaje, mete la mano a uno de sus bolsillos y saca 150 soles que entrega a los policías ladrones, que se reparten  fifty- fifty sin dejar de lanzar carcajadas, como diciendo estamos ganadores, somos vivarachos robándole al estado, y a los peruanos.

Esa es una de las mil formas de corrupción policial, hay muchas historias incluso denunciadas por la prensa pero el castigo no es más que rotar a los policías delincuentes mandándolos a otra zona o distrito; no hay un castigo severo, todo queda en el entorno, porque entre ellos se tapan todos los latrocinios. Si se hace una limpieza en la policía nos quedaríamos desamparados porque la mayoría son corruptos, quedan algunos honestos que contaríamos con los dedos de la mano y eso es lamentable.



sábado, 31 de enero de 2015

ALCOHOLISMO

El café con leche estaba en la mesa humeante, junto a una hamburguesa grande con queso y papas, Rafo se devoró el sándwich, su papá lo queda mirando perplejo con los ojos nublados a punto de llorar y le dice: hijo toma tu leche, él dice: no viejo, no lo deseo; solo quiero tomar una limonada bien helada porque estoy con una resaca de los mil demonios. El padre se retira, pero esta vez se fue llorando en silencio, quizá se sentía culpable de ver a su hijo en la lona, alcohólico, la ropa sucia, maloliente.


Rafo, 51 años, mil oficios, alcohólico, every day tomaba su chata de ron, cuando no lo hacía se ponía mal, el cuerpo le temblaba, las manos parecía que tocaba maracas sin tener las maracas. Su problema se agravó cuando su mujer lo dejó por que todas las noches llegaba con tufo a alcohol, fue el tiro de gracia para Rafo, no aceptó que su guapa mujer lo dejara, desde entonces se echó al abandono, nunca más fue el mismo, lo despidieron del trabajo, se dedicó a cuidar coches en las calles de Lima; ganaba de 30 a 40 soles diarios, de los cuales gran parte era para comprar las chatas de ron que guardaba en el bolsillo de su casaca.


Su padre era militar y al verlo alcohólico, le dio la espalda, le negó la casa, no quiso verlo, era la oveja negra de la familia. Desde entonces Rafo dormía en cualquier lugar, y los carros abandonados eran su refugio, su guarida, donde bebía a todo dar y dormía todo el día porque en la noche cuidaba los coches.

Cuando le iba bien guardaba algo de billete, y de vez en cuando se alojaba en hostales de baja reputación en el Cercado de Lima. Lo peculiar de esos tenebrosos lugares era que en una habitación dormían cuatro como en el cuartel y en viejos camarotes, y era preferido por los recicladores, putas de medio pelo y mil oficios como Rafo. 

La ultima vez que lo vi fue al mediodía de un apacible domingo a pocos días de la ultima navidad, estaba ebrio, totalmente sucio, caminaba por medio de la pista de una transitada avenida e intentó subir a un microbus que lo lleve a algún lugar. El conductor del viejo carro lo esquivó como un buen torero lo hace con el pobre toro; Rafo levantó las manos lanzando una maldición. Nunca más lo volvería a ver.



A pocos días de ese incidente, trabajó duro y ganó buen dinero y decidió relajarse un par de días. Como siempre compró su inseparable "chata" de ron que era como un combustible para seguir firme, adelante; esta vez no quiso dormir en la calle y optó por ir a ese hostal triste, de mal aspecto, de alto tránsito, donde las putitas de baja estofa entran y salen; esos hostales que le llaman de "mala muerte", sin saber que encontraría la misma muerte, porque al día siguiente no despertó, lo encontraron frío. Rafo, el mil oficios, se había ido al otro mundo.