miércoles, 31 de agosto de 2011

El REENCUENTRO

El aeropuerto de Río de Janeiro como siempre estaba  atestada de viajeros; el escenario era aburrido para los que vuelan con
frecuencia; pero no para los que lo hacen dos veces al año y una de ellas era Sandra, la encantadora mujer que se disponía a viajar a Lima; ella es peruana y viaja a su tierra de origen como parte de su trabajo: ejecutiva de una compañía. Se le veía emocionada y un tanto nerviosa; frisaba los 40 años pero mantenía la frescura y la dulzura de los 30. Su imagen era magnética, al sonreír se dejaba ver su bien cuidada dentadura blanca como el suéter que le quedaba bien; el jean azul apretado le daba un toque de jovialidad, y el saco negro hacia juego con los lentes oscuros para atenuar los rayos del sol de la ciudad carioca. Sandra escucha por los parlantes que ya debía abordar el avión; empezó a caminar apresurada hacia la sala de embarque; en su desplazamiento escribió un mensaje de texto a Leonardo, el hombre que la estaba esperando en Lima: "mi vuelo está a punto de salir, nos vemos allá"; Leo al  recibir el mensaje sonrió y, emocionado contestó: ok. ¡buen viaje!


Sentada en el avión Sandra se sentía confundida, tenia temor de encontrar a Leo diferente, quizá con una barriga prominente y eso no le iba a gustar. Estaba muy rígida, no habló con su vecino de asiento, tampoco se deleitó con ninguna película, ni disfrutó de ninguna revista o libro, sólo tomó coca cola bien helada, meditó algo y luego se durmió.

En Lima, Leonardo se había esmerado en lucir bien e  impresionar a la guapa mujer; vestía un pantalón azul y camisa verde, Él también estaba un tanto alterado en sus movimientos, esperó impaciente sentado en su coche en el estacionamiento del airport peruano; tampoco se concentraba en leer nada, solo deseaba ver a Sandra, y también tuvo temor de encontrarla gorda, muy obesa; imaginó cosas, pero ya estaba metido en el asunto y tenía que moverse no más. Se sintió aliviado al recordar una foto del facebook donde ella, lucía regia pero, y sì era mentira, ahora el photoshop te sorprende y reduce 20 años en 10 minutos, así de fácil. Con la mirada perdida observaba el movimiento de los autos que entraban y salían y sonrió cuando divisó a una mujer alta y encantadora rubia caminando acompañada de sus niños; la mirada estaba dirigida a las partes pulposas de la fémina. Cuando se deleitaba con esa escena suena su celular, era un mensaje que decía: "ya llegué", era Sandra. Casi impulsado como un resorte se levantó, cerro bien el auto, tomó aire y exhaló fuerte. Luego  se dirigió a recibir a la guapa  mujer que no había visto en mas de 20 años.

La situación en la  sala de espera era sofocante, viajeros que entraban y salían, unos felices por volar y otros se les veía cansados y con las caras grasosas; dicha escena le molestó un poco. Leo decidió pararse al centro y giró buscando a Sandra, al encontrarla corre hacia ella, se abrazaron con mucho cariño, se emocionaron y se dijeron palabras lindas, al mismo tiempo que ambos se inspeccionaban, se palpaban, los ojos de ambos brillaban. Para felicidad de los dos, ella no estaba rechoncha ni él, panzón, era un buen inicio del gran reencuentro.

Fueron cinco minutos de felicidad, estaban muy emocionados; luego salieron del aeropuerto, en el camino recordaron eventos fantásticos, Leo encendió la radio del auto al mismo tiempo que observaba a  Sandra con mucha ternura y ella respondió el gesto con una franca sonrisa. Hicieron una agenda por los cuatro días que la guapa ejecutiva iba estar en Lima. Eran las 2:30 pm, el hambre arreciaba, pararon en un restaurante en el camino para "matar" el hambre. En la sobre mesa Leo le coge la mano, Sandra respondió el afecto. Hace 20 años sus corazones estaban unidos, se querían, se amaban. Sucedió cuando estaban en la universidad, solo ellos saben del intenso amor que vivieron; sino fuera por que ella desapareció, quizá otra hubiese sido la historia. Ella viajó a Brasil a seguir sus estudios. A Leonardo le arrancaron de súbito una parte de su corazón, pues no hubo aviso ni despedida y lo peor no había forma de comunicase; era 1990 y, el facebook no se asomaba para buscarla. Sandra terminó los estudios y se quedó trabajando en la tierra de Pelé. Como era de esperarse se casó con un brasileño 14 años mayor que ella y con dos hijos maravillosos. Después de intercambiar miradas y tibias caricias emprenden la marcha, en el camino Leo estacionó el auto en un lugar seguro por más de 10 minutos, tiempo suficiente para recordar; se besaron, abrazaron, miraron y se dijeron cuanto se querían. Luego llegaron al hotel donde Sandra se hospedaría, la dejó y le dijo:

- Te recojo a las 10.30 p.m.

-Ok, te esperaré -respondió Sandra.

Sólo se dieron un beso en el cachete. En los hoteles cinco estrellas las cámaras de vigilancia registran todo, y no valía la pena ser tan evidente. Leonardo subió a su auto, aceleró a fondo; no tenía rumbo y decidió pasear un poco para centrar sus ideas; su corazón latía con fuerza, signo de  que había recuperado a la mujer que le movió el piso y que se le escapó de las manos. Leo también era casado y con 3 hijos, llevaba una vida tranquila; le iba bien  como publicista, hasta que el facebook le modificó sus locos movimientos cotidianos. 

La esperada noche llegó, el reloj marcaba las 10:00 pm y sonó el celular de Leo. Era la sensual voz de su amada:

-"Te estoy esperando amor".

-ÉL carraspeó muy emocionado y dijo:

-Cariño estoy a dos cuadras del hotel.

-Ok.

Se fueron a cenar a un chifa; degustaron y tomaron vino; hablaron del pasado y de sus actividades y se rieron mucho. Luego se fueron a un hotel, donde las paredes bien decoradas fueron testigos de una pareja feliz que se amaba; con movimientos y gemidos que sellaba el momento mas sublime, el de la gloria; desnudos daban rienda suelta a esa pasión apagada por dos décadas y que se encendió de manera inesperada.


Culminado el ajetreo amoroso, Sandra  se quedó fascinada en la cama regalándole caricias y besos a su amor que se durmiò profundamente, jugò suavemente con su cabello negro, luego pasó su mano izquierda por sus pectorales y siguió bajando, besando cada espacio del cuerpo bien cuidado de Leo. Observó con ternura a su amado, acto seguido se levantó y caminó hacía la ventana de la suite, la abre lentamente sin hacer ruido para no despertarlo, se apoya y observa la noche limeña, corría un viento ligero que movió su  fino cabello y se da cuenta que la luna llena estaba bella. Sandra la contempla
la observa con añoranza y derrama algunas lágrimas. En ese instante Leo se despierta por el frió que se coló por la ventana abierta. Medio confuso en su accionar observó a su amor parada, contemplando esa bella luna; con un movimiento rápido se  levantó y fue hacia ella; la abraza, le besa la espalda y le dice:

-Amor ¿observando la ciudad?

-Sí cariño.

Ella voltea y besa a Leo; él se dio cuenta que las lágrimas que habían surcado su delicado rostro no habían secado y dijo:

-¿por que estás llorando?

Ella agachó la cabeza.

-¿Te sientes culpable de traicionar a tu marido?

Sandra le coge el rostro con mucha delicadeza y le dice:

-No, nada de eso, me puse nostálgica al observar la luna en todo su esplendor; me hizo retroceder a momentos fascinantes que pasé contigo hace 20 años. Leo entra en el túnel del recuerdo y le dice:

-La luna llena , claro que recuerdo y besa los labios delgados y rosados de su amada.


                                      

Exactamente hace dos décadas, Leo tenía 22 y ella 20 años; el escenario, el campus universitario; era una noche de concierto por el día de la juventud. Ellos ya se gustaban, y en los pasillos de la Universidad se miraban y a las justas se decían: ¡hola!
Leo sólo esperaba el momento propicio para declararle su amor y fue precisamente esa noche de algarabía de jóvenes estudiantes y de una hermosa luna llena. Leo observó que se dirigía al baño y la siguió de manera discreta. Sandra vestía un jean azul y un suéter rosado con listones plomos, tenia una vincha en la cabeza que le daba un aire de una chica tranquila, cándida. Él vestía jean desteñido y un polo rojo con cuello. Leo esperaba con ansias a la chica que le quitaba el sueño, al parecer a ella le sucedía lo mismo. Fueron cinco interminables minutos; de pronto la vio salir, él tomó valor y dijo: "ahora o nunca" y se interpuso en el camino de la delgada figura de Sandra.

-¡Hola princesa!- y ella  todo timorata dijo:

- Ah, ¡hola Leo! creía que no venias al concierto.

- No podía faltar a esta noche estupenda.

-Vamos a caminar un poco- dijo Leo sonriendo.

-Esta bien, como quieras.

Leo muy "Zorro" la encamino por la zona de los arboles, donde la luz artificial no llega con la suficiente potencia y es un cómplice de los enamorados que buscan oscuridad para sentirse muy íntimos. Juntos a un viejo árbol conversaban algo nerviosos. La frescura juvenil de ambos combinaba con el aroma que despiden los robles. Se sentía una brisa fresca. Leo le cogió la mano, ella lo miró sorprendida sin decir nada, que iba a decir, también le gustaba  mucho a ese muchacho imberbe y delgado como una lombriz. Leo observaba  que el rostro de Sandra cambiaba de colores como un camaleón, se ponía rojo, a veces verde, luego azul y morado; era el efecto de los reflectores del escenario que giraba sus cañones multicolores por todo el recinto; él la miraba complacido, al mismo tiempo que sonreían al escuchar "mil horas" de los Abuelos de la Nada. 
Leo buscaba el momento oportuno para besarla, ya la había tomado de la mano, el paso siguiente era explorar sus finos labios. El sabía que ese momento llegaría y no se desesperaba; la luna seguía esplendorosa y daba la sensación de estar amaneciendo, había mucha claridad y para Leo ese no era el momento. De pronto el panorama se oscureció totalmente; ¿que sucedió? unas nubes que se desplazaban en ese instante ocultaron a la luna por un minuto; momento que aprovechò el sabido de Leo para besar a su amada.

                                   
Luego de recordar aquellos momentos, ambos se miraron y se besaron y abrazados contemplaron una vez más el panorama de la ciudad. Luego se dirigieron a la cama para amarse hasta el amanecer, dicho escenario se repitió por los siguientes tres días en que la ejecutiva estaría en Lima. Llegado el último día, la tristeza se apoderaba de la pareja; tenían que esperar seis meses para amarse a escondidas, ese día fue inolvidable.

En el aeropuerto Leo quiso besarla, ella se negó, aduciendo que alguien los podía observar, él la llevo a un pasillo de poco tránsito y se besaron y abrazaron; ella tenía los ojos a punto de explotar y finalmente derramo unas lágrimas, él besó sus mejillas; ella no quería irse, pero debía hacerlo. Leo la acompañó a la sala de embarque pero ya no se cogían de la mano, tenían que disimular. Ya no estaban juntos, Leo agita su mano diciendo. ¡Bye mi amor! Sandra besa su dedo índice y se lo dirige a él. Luego desapareció y caminó rápido hacia el avión que lo llevaría a Río. En Brasil estaban a la espera sus hijos, ella los abrazó, igual fue la escena con su esposo, le dio un beso y le dijo: "te quiero".

Leo procedió de la misma forma con su mujer y sus hijos. La interrogante sería: como se sentirían ambos en una sociedad como la peruana, llena de prejuicios.  Serian condenados sin ver el fondo del asunto. Quizá (poniendo el ejemplo de la historia de Leo y Sandra) que ella no suele hacerlo con cualquier hombre que se cruce en su camino. Lo hizo con el hombre que amó y lo sigue amando a pesar de no estar casada con él. Pero qué mueve a un mujer a salirse del molde matrimonial y quebrar la fidelidad. Puede ser la rutina, los años de convivencia; hay que tener resistencia de acero. Muchas mujeres se cuidan y se matan haciendo ejercicios y llevando dietas complicadas  para cuidar su figura, el hombre hace todo lo contrario tragando como un cerdo y tomando cerveza a raudales; la panza le crece  tan rápido como la de Alan García.

Una mujer no acepta por nada del mundo que el marido sea indiferente al llegar a casa y apenas balbucea un ¡hola! desafinado, dejando de lado las caricias y los besos como mandan los libros del amor. Que mujer acepta en los previos del coito un aliento a alcohol  espantoso del marido. Sabemos que la féminas se derriten con un ramo de flores y el idiota no le lleva ni una rosa arrancada de su propio jardín.

Cansadas de estas injusticias, estarán siempre dispuestas a encontrar un tipo que les  de un nuevo panorama a sus vidas. No es el caso de Sandra, ella va más por el lado de la fantasía: "el verdadero amor". Cada seis meses se encontrarán a furtivas  con Leonardo para amarse y mantener vivo ese amor, el que se apagó por dos décadas, pero que se volvió a encender.