jueves, 4 de abril de 2013

SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO

Lo que más me gustaba del servicio militar era sin lugar a dudas obtener la boleta. Ese bendito documento te permitía facilidades, como por ejemplo: entrar al cine y deleitarte con una película de alto contenido erótico; pero lo que más aplaudo es que me permitió ingresar sin aspavientos al burdel, allá en Trujillo.

En esa época, el servicio militar era obligatorio y no tengo reparos en decir que eludía con gran astucia esas batidas espantosas para reclutar jóvenes. Me parecía un atropello a tus derechos a elegir y ser libre. Ya se había largado la dictadura de Morales Bermudez, pero los prepotentes militares siempre trataban de imponer.


No quería ir al cuartel porque no lo deseaba. En el colegio tuve a un auxiliar gruñón, que en  lugar de orientarnos nos espantaba; recuerdo que era un tipo alto, voluminoso, pelado y cara de matón. Un día me miró señalándome con el dedo indice diciendo: ¡un paso al frente; ahora perteneces a la escolta! y lo fui en cuarto y quinto. No entendí sí el detestable pelado me eligió por que era alto o porque le ponía cierto entusiasmo al marchar; pero dicho interés por el paso marcial no abonó para nada en asistir a un  lúgubre cuartel y perder el tiempo.




Una tarde cuando me iba a estudiar y viajando en el bus, observé camiones porta tropas y soldados armados por doquier. ¡Una batida! dije asustado, rápido bajé casi a la volada, corriendo y escondiéndome, cual ladrón de la caótica avenida Abancay.

Me salvé de que me lleven, me rapen la cabeza, nos hagan correr calatos, que nos levanten a las cinco de la mañana,  que la comida sea asquerosa y que un cachaco bigotòn te agarre a patadas por cualquier cojudez.

Antes de tener la boleta militar y cuando frisaba los 16 años y con  1.76 cm de estatura, deseaba mucho visitar a las chicas malas que se portan bien con uno; la figura espigada me facilitaba entrar casi a furtivas a descargar mi adrenalina sexual, que es normal en plena mocedad. A veces entraba, otras veces me detenían, aduciendo que era "chibolo"; mis amigos mayores se encargaban de ¨aceitar¨ al vigilante para ingresar.

Recuerdo que ni bien me entregaron la boletan militar, sonreí feliz de la vida. Ese mismo día al caer la tarde, quedamos con cuatro amigos para ir a la casa de citas que está a las afueras de la ciudad, precisamente por la carretera panamericana rumbo a Chiclayo.


Ahora la situación está complicada para los jóvenes de ahora; los militares están en problemas, como no completan el número requerido de la tropa, recurrirán a un sorteo; de modo que los suertudos que no quieran ir, pagarán una multa de 1.800 soles. Recuerden señores uniformados, el servicio militar en el Perú no es obligatorio, y de una vez dejen de presionar y traten de mejorar su servicio para que sea más atractivo para los jóvenes.