Carola, la encantadora chica que trabaja en el Café Dallas, se dirige al umbral de la cocina y ordena un jugo de fresa con leche, no hay necesidad de decir qué voy a tomar; ella lo sabe muy bien desde hace 3 años. Lo hace ni bien ingreso a ese lugar muy acogedor; también sabe cuál es mi mesa favorita, (lejos del televisor; de la bulla) que por suerte siempre está vacía.
Mientras llega mi reparador y exquisito jugo, voy leyendo los diarios del día, de pronto llega Carola y me dice con una sonrisa:
-Servido Fer.
Luego se marcha a otras mesas. La quedo mirando, me agrada su forma de caminar, lo hace con elegancia y, mientras camina, va dibujando siluetas en el movimiento que sintonizan con sus bien puestas caderas; también admiro esa faldita coqueta, de color verde esmeralda.Una vez disfrutado mi riquísimo jugo, empiezo a leer, pero previamente observo el panorama del recinto; a un metro de mi mesa estaba una mujer muy guapa tomando un café; vestía de manera casual, tenía el cabello corto, bien cuidado; de mirada penetrante, nariz perfilada y las mejillas rosadas. Mi cálculo era que, frisaba las cuatro décadas. La miré, ella también hizo lo mismo; nos escaneamos durante cinco segundos, sonreímos al mismo tiempo; luego regresamos a nuestros asuntos. Me quedé pensando y dije: ¡que mujer!, es hermosa, seductora; pero había algo en ella, su rostro era como la expresión del cuadro de la Gioconda, de Leonardo da Vinci; expresaba cierta alegría, pero a la vez tristeza.
Retomé la lectura, pero no podía hacerlo, la belleza de aquella mujer me abrumaba, de pronto ella carraspeó y dijo:
-Disculpa, llevo media hora en este lugar y puedo adivinar que no esperas a nadie.
-¡Exactamente! y tú, le respondí inmediatamente.
-¡Tampoco!
Me sentí feliz y dije:
-Necesitamos estar en una mesa, ella aprobó mi atrevimiento con una sonrisa.
Al toque llamé a Carola para que se encargue de la nueva mesa; vino furiosa al observar la escena, miró con cierto desdén a mi nueva amiga y con una sonrisa fingida puso todo en orden, ese era su trabajo y lo hacía bien.
Nos acomodamos y en cuestión de minutos ya nos sentíamos como dos viejos amigos, o como dos tórtolos que se citan para amarse o simplemente conversar.
-Soy Fernando- le dije- estrechándole la mano.
-Karla, es un placer.
-Es raro encontrar a una mujer guapa, sola y con ganas de platicar - le dije mientras le miraba a los ojos.
-Cierto, estoy sola.
-¿Tienes hijos?
-Sí, dos mujeres.
-Entonces no estás sola.
-Me refería al al aspecto de pareja.
-¡Ah, entiendo! ¿Y el esposo?
-Derramó una lágrima.
-Oh, sorry, no pensaba lastimarte, ahora los tiempos han cambiado y cuando no hay sintonía en una pareja lo mejor es separarse.
-Hubiese preferido eso.
Karla estaba al borde del llanto.
-Cálmate- le dije.
-¿Murió?
-Sí, hace dos años.
¿Accidente?
Esta vez se quebró y lloró.
-Tranquila- le dije- cuéntame todo.
Tomó aire y dijo:
-Murió de SIDA.
-¡Oh, my god!
Lo siento mucho, le cogí la mano, dándole tranquilidad.
-El día que partió para siempre, mi vida cambió totalmente.
-Te entiendo.
La pregunta era inevitable, y disparé sin anestesia.
¿Te contagió?
Me miró, volvió a llorar y respondió:
-Estoy infectada con el VIH.
-Nunca sabré como mi esposo se contagió, sólo sé que por sus negocios viajaba mucho al extranjero y Brasil era el país que más visitaba. Cuando mis amigas se enteraron de mi caso, se apartaron; las perdí para siempre. Solo mis hijas están conmigo. Tengo la medicina a mi alcance; aún así, la vida ya no me interesa y solo espero el final.
La voz se le quebraba y traté de animarla, pues estaba abatida. Volví a cogerle las manos bien fuerte y dije:
-No te deprimas, la vida es una sola y tienes que vivirla.
-Si Fer, gracias.
-Económicamente ¿cómo estás?
-De eso no me preocupo, mi esposo nos dejo muchas propiedades que alquilamos y vivimos tranquilas, sin sobresaltos.
-¿Puedes viajar?, digamos que al extranjero.
-¡Claro que puedo!
-Entonces a ponerse las pilas y viaja, si es posible mañana.
-Esta bien- respondió con una dulce sonrisa y mirándome fijamente a los ojos.
-Ok. ahora serás otra Karla y gozarás de la vida.
-Fer, me alegran tus consejos.
-Todo lo tienes a la mano, solo es cuestión de decisión.
Ambos pedimos un café y charlamos una hora más, luego nos retiramos.
-Carola se me adelanta justo en la puerta del Café Dallas y me dice susurrando:
-¡Que mujeriego que eres!.
-No es lo que tu piensas "bombon"- le respondí- dándole un guiño.
Eran las 8 de la noche y nos marchamos, subimos a mi auto y le dije:
-¿Dónde vives?
-En San Miguel.
-Correcto, yo en Pueblo Libre, está en la ruta.
En el camino, ella observaba fascinada a los viandantes que caminaban presurosos; ponía especial atención a los gigantescos avisos luminosos de la caótica Av Javier Prado. Parecía una niña con juguete nuevo; obviamente era otra. Comentamos algunos libros que ella había leído y conversamos algunas trivialidades.
Llegamos a su casa, una residencia grande y bien diseñada. Bajé al toque del auto para despedirme. Fue entonces que la abracé fuerte, le dí un beso en esa mejilla rosada. Ella estaba emocionada; demostré que no había porqué temerle a una persona con VIH.
Quedamos en vernos otro día. Pasó una semana y no tenía noticias de ella. Esperaba que algún momento me sorprenda con algo.
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Después del almuerzo me disponía a una siesta reparadora de media hora. No se pudo concretar, pues sonó mi celular al ritmo de "stumblin in" de Suzi Quatro.
-¡Hola Fer, soy Karla!
-¡Amiga cómo estás!
-¡No me vas a creer!, pero me encuentro en lo alto de la Torre Eiffel, observando el panorama de todo París.
-¡No te creo!
-¡Sí Fer!, he decidido vivir, ahora nada me detiene.
-Bien por ti, te lo mereces.
-He viajado en tren por todo Europa.
-¡Fantástico!
-Fui a unas librerías en Madrid y compré muchos libros de aquellos que me recomendaste. Entre ellos está Paulo Coelho, que ya la estoy leyendo y para tí llevo el de José Saramago y algunos de Eduardo Galeano.
-¡Gracias Karla!
-Te lo mereces amigo; me diste ese empujón que necesitaba. Antes de conocerte, mi vida no tenía sentido, divagaba, no salía; era una ermitaña.
-Me alegro por ti.
De pronto escuché que la voz se le quebraba y dijo:
-Fer.
-Te escucho.
-¿Nos veremos en Lima?
-¡Claro!
-Te enseñaré las fotos y los vídeos de mi periplo por Europa.
-Me encantaría ver ese material, seguro estarás guapísima como siempre.
-¿Pasearemos por la ciudad?
-Lo haremos, no lo dudes.
-¿Iremos al Café Dallas?- lo dijo muy emocionada.
-¡Claro que iremos!
-Un beso Fer, bye.
-Un abrazo y Cuídate Karla.