El codazo que el "loco" Vargas le propinó al jugador uruguayo Sebastiàn Coates hacía pensar que el equipo se vendría abajo, los ánimos del pueblo peruano también; sin embargo fue calentura del momento por estar perdiendo; el cuadro no se desarmó y tras la derrota se esperó con ansias al equipo venezolano para recuperarse y ocupar el honroso tercer lugar. La espectativa creció horas antes del esperado encuentro.
El gol de "periquito" Chiroque nos levantó el ánimo; el segundo de "Paolìn" Guerrero nos tranquilizò; y en el tercero se desató la euforia en el Perú. La medalla de bronce estaba asegurada; el cuarto prolongó nuestra alegría; en un sábado, día del pueblo, de parrandas, de polladas, etc. La gente se entregó con todo a celebrar y lo hizo hasta el amanecer junto con el cantar de los gallos.
Lo bueno y lo malo llego el domingo, lo malo fue que Alan Garcìa-cuando no- se aprovechó del momento y se apuntó en primera mandando el avión presidencial (como si fuera de él) para traer al equipo. Markarìan y sus dirigidos eran la fresa que faltaba en la fiesta de la inauguración del Estadio Nacional. Pero la fiesta fue un desorden total, mala organizaciòn. El Estadio se lleno con gente invitada del partido aprista y advertida para que no abuchee al mandatario, él sólo quiere que lo aplaudan; sin embargo el presidente pasó un momento bochornoso, Giancarlo Carmona no le dio la mano, ni siquiera lo miró; actitud que agradecen muchos peruanos descontentos con un tipo altanero, con ego colosal, que comandó no solo a un país, sino a una gavilla de apristas que hicieron negocios en escenarios similares al de los mafiosos.