martes, 30 de abril de 2013

MANCO CAPAC

Cuando el expresidente Alejandro Toledo llegó por primera vez a Lima, se sorprendió por la grande que era la ciudad; caminando por el centro histórico quiso conocer la plaza Manco Capac del distrito de la Victoria. Estaba perdido, caminaba sin dirección alguna; de pronto se vio obligado a preguntar y lo hace frente a un tipo criollo, vivo, achorado y le dice:
- ¿Por favor, me dice cuando me falta para Manco Capac? el tipo lo miró escaneandolo de pies a cabeza y le dijo casi carcajeándose:

-¡Solo te falta la pluma en la cabeza y quedas igual a Manco Capac!

El ¨Cholo¨ de Harvard se molestó pero se quedó callado, sabia que en Lima lo iban a garrar de cholito, él lo sabía  pero no quiso pelear con el tipo que media 1.80, fornido, moreno, cara de malo, y era hincha de Alianza pues tenia puesta la camiseta.

A Toledo no le importó el incidente, sabía que llegaba a Lima a triunfar  y vaya que lo logró. Llegó a presidente. Todos recordamos como en la marcha de los cuatro suyos se hizo llamar Pachacutec, uno de los catorce incas del imperio; Toledo declaró: tengo la cara y el coraje de pachacutec.

Ahora dicha plaza esta totalmente renovada, le han cambiado la cara, atrás quedó ese escenario deprimente, desolador, peligroso, maloliente; donde los viandantes caminaban con temor a ser asaltados; con putas viejas y gordas que ya se estaban jugando los descuentos; además matizado con el olor a fritanga con yuca y, la infaltable basura que parecía el adorno perfecto de la plaza.

El panorama es otro, más atractivo, con serenos que resguardan la tranquilidad de los visitantes; solo esperamos que se conserve y tenga el mantenimiento correspondiente. y  los que recién llegan a Lima y quieran visitar la renovada plaza no se asusten; y si por allí se encuentra con un limeño chistoso y  le hace la conocida broma, acepten con tranquilidad, a lo mejor con el tiempo pueden llegar a ser presidentes del Perú como lo fue Toledo.






jueves, 4 de abril de 2013

SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO

Lo que más me gustaba del servicio militar era sin lugar a dudas obtener la boleta. Ese bendito documento te permitía facilidades, como por ejemplo: entrar al cine y deleitarte con una película de alto contenido erótico; pero lo que más aplaudo es que me permitió ingresar sin aspavientos al burdel, allá en Trujillo.

En esa época, el servicio militar era obligatorio y no tengo reparos en decir que eludía con gran astucia esas batidas espantosas para reclutar jóvenes. Me parecía un atropello a tus derechos a elegir y ser libre. Ya se había largado la dictadura de Morales Bermudez, pero los prepotentes militares siempre trataban de imponer.


No quería ir al cuartel porque no lo deseaba. En el colegio tuve a un auxiliar gruñón, que en  lugar de orientarnos nos espantaba; recuerdo que era un tipo alto, voluminoso, pelado y cara de matón. Un día me miró señalándome con el dedo indice diciendo: ¡un paso al frente; ahora perteneces a la escolta! y lo fui en cuarto y quinto. No entendí sí el detestable pelado me eligió por que era alto o porque le ponía cierto entusiasmo al marchar; pero dicho interés por el paso marcial no abonó para nada en asistir a un  lúgubre cuartel y perder el tiempo.




Una tarde cuando me iba a estudiar y viajando en el bus, observé camiones porta tropas y soldados armados por doquier. ¡Una batida! dije asustado, rápido bajé casi a la volada, corriendo y escondiéndome, cual ladrón de la caótica avenida Abancay.

Me salvé de que me lleven, me rapen la cabeza, nos hagan correr calatos, que nos levanten a las cinco de la mañana,  que la comida sea asquerosa y que un cachaco bigotòn te agarre a patadas por cualquier cojudez.

Antes de tener la boleta militar y cuando frisaba los 16 años y con  1.76 cm de estatura, deseaba mucho visitar a las chicas malas que se portan bien con uno; la figura espigada me facilitaba entrar casi a furtivas a descargar mi adrenalina sexual, que es normal en plena mocedad. A veces entraba, otras veces me detenían, aduciendo que era "chibolo"; mis amigos mayores se encargaban de ¨aceitar¨ al vigilante para ingresar.

Recuerdo que ni bien me entregaron la boletan militar, sonreí feliz de la vida. Ese mismo día al caer la tarde, quedamos con cuatro amigos para ir a la casa de citas que está a las afueras de la ciudad, precisamente por la carretera panamericana rumbo a Chiclayo.


Ahora la situación está complicada para los jóvenes de ahora; los militares están en problemas, como no completan el número requerido de la tropa, recurrirán a un sorteo; de modo que los suertudos que no quieran ir, pagarán una multa de 1.800 soles. Recuerden señores uniformados, el servicio militar en el Perú no es obligatorio, y de una vez dejen de presionar y traten de mejorar su servicio para que sea más atractivo para los jóvenes.