El llanto desgarrador de Cristina despierta a todas las chicas del internado. Era de madrugada, el efecto del sedante había culminado, todas las muchachas miran con rabia a la nueva inquilina que las había despertado con semejante grito.
Cristina estaba horrorizada, al verse en un cama, que no era la suya; ella tenia una mas decente. Con la mirada perdida observó a todas y volvió a gritar. Sintió miedo al ver mujeres de aspecto temeroso y también porque no podía comunicarse; todas eran extranjeras, había una canadiense, una brasileña y ella ni siquiera sabia el ingles básico.
Preguntó donde estaba, una morena de ojos saltones dientes a lo Ronaldinho que dijo ser brasileña le contestó que estaba en Colombia. Cristina al escuchar que no estaba en Perú, volvió a gritar. ¡ya cállate mujer! le encaró la canadiense con su español masticado ¡déjanos dormir!
La calma volvió por pocas horas. La sirena sonó a las 6 de la mañana, todas se levantaron, menos Cristina, estaba asustada; luego entendió que tenia que seguir lo que hacían las demás mujeres.
Ordenadas en el patio principal, empieza el ritual aburrido de siempre. Ella seguía desorientada, culminada la ceremonia todas corren a sus aulas a estudiar. Cristina, se quedó parada sin atinar a nada; a los dos minutos se acercó una funcionaria gorda, cara mala. Del brazo la dirige a la dirección, ahí estaba Facundo, el padre de Cristina; ella lo queda mirando. ¿papá fuiste tù?... tu me trajiste acá; el padre la mira con ternura y le dice: sera mejor para ti, acá cambiaras tu vida y se fue sin despedirse por que Cristina no iba a aceptar ni siquiera un abrazo porque estaba furiosa.
Al caer la tarde y echada en su cama, Cristina llora en silencio, pensando por que está en un país que no es el suyo. Estaba en un internado, que era como una cárcel para ella, acostumbrada a la calle, a la diversión, metida en el mundo tenebroso de las drogas, el alcohol. Ya había tocado fondo, su vida no tenia rumbo, su lema: la vida loca.
La familia sufría mucho, el padre no le quedó otra que actuar rápido y sacarla de ese infierno. Cristina se rehusaba a cualquier cambio, sobre todo por que estaba enamorada de aquel canalla que la sedujo y la introdujo en ese mundo, un argentino de buenas facciones, alto, pelo castaño que la joven sucumbió con su falso amor.
Tuvieron que pasar dos meses internada que ella se diera cuenta y aceptara la realidad. Estando bastante desintoxicada empezó a estudiar; empezó a ver la luz de la vida decente; ya no extrañaba las drogas, el alcohol, ni al enamorado falso. Se dio cuenta que la vida era otra, sin la miseria de la alegría falsa y pasajera que te proporciona la droga y el alcohol.
Totalmente restablecida, estaba lista para salir, abandonar Colombia y regresar al Perú. Todo estaba decidido; pero algo la atajó, el amor, sí su corazón empezó a enamorarse de verdad.
Alfonso, un periodista que llegó al internado para realizar una crónica fue el hombre que la sedujo. Cristina quedó prendada; el periodista aparte de entrevistarla la ayudó mucho. Fueron enamorados, ella era más feliz que nunca; se entregó con amor.
Postergó su regreso al Perú, estaba feliz, el verdadero amor había llegado a su vida. Pero el destino le volvió a jugar una mala pasada. Fue una noche de luna llena y bella en el corazón de Cali. Una discusión de pareja, quién no ha tenido una; siempre las hay. Cristina discutió con su amado por algo sin importancia. Al terminar la riña, Alfonso se larga solo a una discoteca.
Tomando unos tragos para relajar la tensión de la pelea con su amor, Alfonso recibe un disparo mortal. Fue en un acto confuso que protagonizaron unos desadaptados. Cristina al enterarse de la noticia, vuelve a sufrir. Su vida se vino a abajo y peor aun, creía que ella era la culpable de que él encuentre una muerte absurda.
Cristina se sometió a un tratamiento psicológico y luego regreso al Perú. Estando en su patria trató de olvidar todo lo malo, pero siempre evocaba a su amado Alfonso, porque lo amaba. Ahora está restablecida totalmente, con una vida nueva, con una labor empresarial que camina bien. Ella ahora espera encontrar a ese hombre que le llene la vida, no se desespera, sabe que en cualquier momento llega; mientras llega, vive la vida con responsabilidad y sobre todo alejada de ese infierno que casi consume su existencia.
Cristina estaba horrorizada, al verse en un cama, que no era la suya; ella tenia una mas decente. Con la mirada perdida observó a todas y volvió a gritar. Sintió miedo al ver mujeres de aspecto temeroso y también porque no podía comunicarse; todas eran extranjeras, había una canadiense, una brasileña y ella ni siquiera sabia el ingles básico.
Preguntó donde estaba, una morena de ojos saltones dientes a lo Ronaldinho que dijo ser brasileña le contestó que estaba en Colombia. Cristina al escuchar que no estaba en Perú, volvió a gritar. ¡ya cállate mujer! le encaró la canadiense con su español masticado ¡déjanos dormir!
La calma volvió por pocas horas. La sirena sonó a las 6 de la mañana, todas se levantaron, menos Cristina, estaba asustada; luego entendió que tenia que seguir lo que hacían las demás mujeres.
Ordenadas en el patio principal, empieza el ritual aburrido de siempre. Ella seguía desorientada, culminada la ceremonia todas corren a sus aulas a estudiar. Cristina, se quedó parada sin atinar a nada; a los dos minutos se acercó una funcionaria gorda, cara mala. Del brazo la dirige a la dirección, ahí estaba Facundo, el padre de Cristina; ella lo queda mirando. ¿papá fuiste tù?... tu me trajiste acá; el padre la mira con ternura y le dice: sera mejor para ti, acá cambiaras tu vida y se fue sin despedirse por que Cristina no iba a aceptar ni siquiera un abrazo porque estaba furiosa.
Al caer la tarde y echada en su cama, Cristina llora en silencio, pensando por que está en un país que no es el suyo. Estaba en un internado, que era como una cárcel para ella, acostumbrada a la calle, a la diversión, metida en el mundo tenebroso de las drogas, el alcohol. Ya había tocado fondo, su vida no tenia rumbo, su lema: la vida loca.
La familia sufría mucho, el padre no le quedó otra que actuar rápido y sacarla de ese infierno. Cristina se rehusaba a cualquier cambio, sobre todo por que estaba enamorada de aquel canalla que la sedujo y la introdujo en ese mundo, un argentino de buenas facciones, alto, pelo castaño que la joven sucumbió con su falso amor.
Tuvieron que pasar dos meses internada que ella se diera cuenta y aceptara la realidad. Estando bastante desintoxicada empezó a estudiar; empezó a ver la luz de la vida decente; ya no extrañaba las drogas, el alcohol, ni al enamorado falso. Se dio cuenta que la vida era otra, sin la miseria de la alegría falsa y pasajera que te proporciona la droga y el alcohol.
Totalmente restablecida, estaba lista para salir, abandonar Colombia y regresar al Perú. Todo estaba decidido; pero algo la atajó, el amor, sí su corazón empezó a enamorarse de verdad.
Alfonso, un periodista que llegó al internado para realizar una crónica fue el hombre que la sedujo. Cristina quedó prendada; el periodista aparte de entrevistarla la ayudó mucho. Fueron enamorados, ella era más feliz que nunca; se entregó con amor.
Postergó su regreso al Perú, estaba feliz, el verdadero amor había llegado a su vida. Pero el destino le volvió a jugar una mala pasada. Fue una noche de luna llena y bella en el corazón de Cali. Una discusión de pareja, quién no ha tenido una; siempre las hay. Cristina discutió con su amado por algo sin importancia. Al terminar la riña, Alfonso se larga solo a una discoteca.
Tomando unos tragos para relajar la tensión de la pelea con su amor, Alfonso recibe un disparo mortal. Fue en un acto confuso que protagonizaron unos desadaptados. Cristina al enterarse de la noticia, vuelve a sufrir. Su vida se vino a abajo y peor aun, creía que ella era la culpable de que él encuentre una muerte absurda.
Cristina se sometió a un tratamiento psicológico y luego regreso al Perú. Estando en su patria trató de olvidar todo lo malo, pero siempre evocaba a su amado Alfonso, porque lo amaba. Ahora está restablecida totalmente, con una vida nueva, con una labor empresarial que camina bien. Ella ahora espera encontrar a ese hombre que le llene la vida, no se desespera, sabe que en cualquier momento llega; mientras llega, vive la vida con responsabilidad y sobre todo alejada de ese infierno que casi consume su existencia.