Giovanni un muchacho corpulento, un metro sesenta, cachetòn, cabello ondulado, ojos color caramelo y expresivos. Tenia buenos muslos, como las del "Loco" Juan Manuel Vargas; por eso le decíamos "Loco". Siempre paraba sonriendo, su oficio, un excelente vendedor.
Vivía feliz con su esposa, una guapa trujillana. Dos hijas lindas. Nos conocimos de manera casual, por ser amigo de uno de los míos. Coincidimos en màs de una reunión y en correrías laborales.
Todo marchaba bien para él; eso lo que suponíamos, pero nos extrañaba cuando en una reunión de amigos, él se escapaba y regresaba al cabo de dos horas con el rostro petrificado; eso era una señal clara de que estaba metido en drogas. Lo advertimos, se negó, no quiso aceptar su adicción.
Por motivos de trabajo viaje a Lima y de cierto modo me alejé de los amigos de Trujillo. Pasaron seis años sin ver a mi amigo Giovanni. Una tarde de un sábado caminado por el centro trujillano me encontré con Vitucho, otro querido amigo. Después de los efusivos abrazos de arranque me dijo:
-¿ Sabes lo que le pasó al "Loco" Giovanni?
-No...¿qué le pasó?
Vitucho tomó aire y después de una pausa prolongada enfiló con todo. ¡Està loco!
-¡Loco ! no creo, estás bromeando.
-Acompáñame me dijo Vitucho.
Nos dirigimos en un Taxi al lugar donde pululaba Giovanni; previamente compramos un pollo a la brasa con todos sus salsas y papas para llevarlo al amigo caído.
Vivía feliz con su esposa, una guapa trujillana. Dos hijas lindas. Nos conocimos de manera casual, por ser amigo de uno de los míos. Coincidimos en màs de una reunión y en correrías laborales.
Todo marchaba bien para él; eso lo que suponíamos, pero nos extrañaba cuando en una reunión de amigos, él se escapaba y regresaba al cabo de dos horas con el rostro petrificado; eso era una señal clara de que estaba metido en drogas. Lo advertimos, se negó, no quiso aceptar su adicción.
Por motivos de trabajo viaje a Lima y de cierto modo me alejé de los amigos de Trujillo. Pasaron seis años sin ver a mi amigo Giovanni. Una tarde de un sábado caminado por el centro trujillano me encontré con Vitucho, otro querido amigo. Después de los efusivos abrazos de arranque me dijo:
-¿ Sabes lo que le pasó al "Loco" Giovanni?
-No...¿qué le pasó?
Vitucho tomó aire y después de una pausa prolongada enfiló con todo. ¡Està loco!
-¡Loco ! no creo, estás bromeando.
-Acompáñame me dijo Vitucho.
Nos dirigimos en un Taxi al lugar donde pululaba Giovanni; previamente compramos un pollo a la brasa con todos sus salsas y papas para llevarlo al amigo caído.
Llegamos al lugar; una zona peligrosa donde había un almacén abandonado, donde caminan sin rumbo los adictos a las drogas; unos sentados armando sus porquerías de puchos. Todos están sucios, el lugar maloliente, el panorama desolador, triste; es como estar en el mismo infierno.
Había como treinta drogadictos dando vueltas, caminaban sin rumbo, sin preocupación de nada, fumando con toda tranquilidad; más de uno flaco, tosiendo, enfermos, hambrientos.
Vitucho buscó a Giovanni, lo encontró sentado y recostado en esa inmensa pared del viejo almacén. Giovanni estaba con la barba crecida, el cabello sucio, como lo tenìa Bob Marley. La cara sucia, sonreía y le faltaba dos dientes, la ropa era un desastre; olía mal, ya no se bañaba.
-¡Giovanni mira quién ha venido a verte! le dice Vitucho al mismo tiempo que le entrega el pollo a la brasa.
-Ja, ja, ja, ja... se río el "Loco" Giovanni sin mirarme, a la misma vez que habría los ojos con desesperación cuando destapaba el taper con el suculento alimento.
- No te reconoce, dijo apenado Vitucho.
-Olvídalo, no hay que ponerlo en apuros, respondí.
Estuvimos como una hora, contemplando el panorama y sobre todo a nuestro amigo en desgracia. Sentía mucha pena por él. Vitucho me contó que su familia trató de sacarlo de las garras del vicio internándolo en dos oportunidades, pero él se escapaba.
El " Loco" Giovanni ya había tocado fondo. Solo un milagro lo rescataría de esa situación complicada. Su mujer y sus hijas sufren.
Al caer la tarde, todos los drogadictos incluidos Giovanni salen de su refugio con un trapo sucio en mano al limpiar parabrisas de los vehículos parados por el rojo del semáforo; reciben unas monedas que las emplean para comprar más droga y seguir metidos en su mundo, alejados de la realidad pero cerca del infierno.