La bulla ensordecedora del salón de clases era de locos; de pronto ingresa el profesor de religión, todos los alumnos se ponen de pie; el traqueteo de carpetas desaparece, silencio sepulcral. El teacher camina pasando revista, mismo militar prepotente, le desagrada a los que están con la camisa afuera; sigue observando, el único ruido es el taco de su zapato makario de la época que le ayudaba un poco a ganar estatura, que alcanzaba a los 1.60. Era chato, nariz aguileña, cara brillosa, el cabello engominado con glostora; era el único docente del colegio que usaba terno, ese día era de color celeste.
Era lunes, los alumnos regresábamos a clases después de cuatro días de relajo por semana santa; el profesor nos dejó una tarea sobre el sufrimiento de cristo. Empezó revisando los trabajos de carpeta en carpeta, pasaba con el rostro adusto y al que no había hecho el trabajo los sacaba al frente. Fueron cinco, me salvé porque a duras penas y casi al final terminé la asignación. Una vez terminado la revisión se frota las manos mirando a los cinco flojos parados delante de la pizarra verde, que Lucía veía trajinada, rayada.
El "profe" mira a los cinco compañeros y les dice: osea que no han hecho el trabajo, ummm, se me ponen en posición de recoge pesetas (parados inclinados a recoger algo en el piso) el abusivo teacher se saca la correa, gruesa, ancha y con mucha furia, zasss, un correazo en pleno poto; parecía que gozaba con el castigo porque la cara se le ponía roja y esgrimía una sonrisa endemoniada.
Era 1978, nos gobernaba una dictadura militar con Morales Bermudez. Colegio nacional, nadie reclamaba, los padres aceptaban los atropellos de los docentes. En estos tiempos, dicho profesor si haría lo mismo, lo botarían del colegio con una velocidad como quien expulsa una flema.
Todavía quedan casos aislados como en Arequipa, un profesor agredió a correazos a un alumno. Quizá los docentes trogloditas aún merodeen por algún centro educativo, pero su método salvaje se le acabará porque nadie lo aceptará.