La mano con un guante blanco coge el machete con filo endemoniado, lo levanta y zas va hacia su objetivo. ¡Ayyyy! chilló Rebeca que en lugar de cortar la cola del pescado le cayó en el indice de la mano izquierda; si no fuera por el guante grueso se hubiese volado un dedo. Pero no, un corte profundo que sangraba como un río. El grito fue desgarrador que asustó a todo el supermercado, lugar donde trabaja. De inmediato fue llevada al tópico del establecimiento, le saturaron la herida, un poco de gasa y listo ha trabajar se ha dicho.
Rebeca trabajó las cuatro horas que faltaban para salir del trabajo; lo hizo con un dolor inmenso. No le quedaba otra, tenia que seguir adelante, le quedaban cinco días para cobrar su mensualidad y largarse.
-No puede ser-se quejaba- los trabajadores somos tratados peor que animales, somos explotados, y sucede en todos los grandes supermercados de todo el Perú.
Habló con su jefa y le pidió pasar a caja, le admitieron. En su nuevo puesto no había forma de cortarse los dedos, pero era peor que eso. El supermercado estaba en una zona de clase alta de Lima. De modo que todos los días tenía que soportar las majaderías, desplantes de las señoras de mirada levantada que ataviadas de joyas de oro y demás rarezas llegaban a comprar.
-Seguro que eres nueva- dijo una señora de mas o menos 52 años, cabello rubio, alta guapa, bien conservada, ni un rollo en el abdomen, seguro que todos los días comía ensaladas para estar regia y despertar miradas libidinosas de los varones. Vestía muy ceñido, lucía provocativa pero con gestos nada humildes, todo le apestaba. Esa manera de ser seguro le daba el dinero por que pagaba con tarjeta de crédito infinita que puedes comprar desde un tarro de leche hasta una casa, un yate.
-Me cambian de caja, esta chica es nueva -mirando con desdén a Rebeca , seguro se va a demorar y no estoy para perder tiempo -ladró la mujer- al mismo tiempo que los chicos asistentes le pasaban sus cosas a otra caja.
El desplante por parte de la vieja rubia fue fulminante para Rebeca que se sintió mal, pero continuó con su labor. Su compañera de a lado le dijo: no te preocupes seguro que su marido no la maltrató bien anoche, las dos rieron sin hacer ruido. La sonrisa no le duró mucho; a los pocos minutos tuvo un pequeño accidente, la faja que transporta las cosa le cogió la palma de la mano derecha, tuvieron que ayudarla para salvar el mal momento, le dolió poco, igual se fue al tópico, le pasaron una pomada y de inmediato regresó a su puesto de trabajo.
El siguiente día fue diferente para Rebeca, tan distinto que le cambiarla la vida. Sentada en su caja llegó un tipo con lentes, de barba rala, agraciado y siempre sonriente, iba acompañado de su hijo de cinco años. Él forzó en ir a la caja donde estaba esa chica que le movía el piso. En pleno ajetreo con los productos ella observó que el hombre la miraba con ternura, no lo podía creer. El tipo al momento de pagar le entrega a furtivas su tarjeta de presentación, al reverso había escrito algo que la emocionó: "espero tu llamada".
Esa noche Rebeca antes de dormir pensó mucho en ese hombre, no era guapo pero tenia un magnetismo especial. Seguro me quiere para sexo se preguntaba. Los hombres son así. Dejó de reflexionar para no romperse la cabeza, no quería sufrir, había tenido una decepción, una más, ya no y se durmió.
Por coincidencia a la semana llegó la rubia déspota y detrás estaba Vicente. La vieja millonaria al verla le dijo; me supongo que en una semana has aprendido por que yo quiero rapidez, ella asintió. La vieja empezó con su metralla, por favor en doble bolsa, apúrate hijita mas rápido, levantaba la voz, que ponía nerviosa a Rebeca. Vicente la quedaba mirando a la rubia por la vejación a la chica que le gustaba , una vez que la señora se alejó, él se acercó con sus productos y susurrando le dijo: no me llamaste, hazlo en la noche, ella sonrió mirándolo con amor.
Rebeca lo llamó, se encontraron, se conocieron bien, salieron muy seguido, el noviazgo vino solo, él le dijo para casarse, ella aceptó. Todo estaba asegurado, le dijo que ya no trabajé en el supermercado, que como empresario todo estaba bajo control.
Llego el fin de mes, Rebeca cobró. Tenía que renunciar, pero no lo hizo. Al día siguiente fue a trabajar, tenía algo pendiente que arreglar, quería encontrase con la rubia déspota que la trató mal. Para suerte, la vieja pituca llegó con su carrito lleno de cosas pero no fue a su caja se pasó a la del costado, lo tenía todo bien calculado; ya había cobrado, iba a casarse con un empresario, no tenia nada que perder. Abandonó su caja y se puso frente a la señora, le dijo de todo, la insultó levantando la voz, le recordó a su madre. Tuvo que intervenir la seguridad para acabar con la trifulca. Al final se despojó de su uniforme y dijo: renuncio y salio del establecimiento. Afuera lo estaba esperando su futuro esposo en su camioneta, él la besó, rieron y se fueron sin rumbo.