La noche era fresca, hermosa, luna llena, los parroquianos caminan presurosos, ocho de la noche, último día del año, allá por 1988. Gregorio salia de un centro comercial limeño con las compras necesarias para recibir el nuevo año como se debe. Sentado en su coche, un lada del 80 bien conservado manejaba con precaución al salir del estacionamiento.
La fiesta de la bienvenida del año nuevo sería en su domicilio, todo estaba casi listo, solo faltaba él y los productos que compró. La casa estaba decorada, todo de amarillo. Había gorritos, pitos, serpentinas, piñata; en la calle los vecinos habían armado un muñeco hecho de ropa usada y rellenado con trapos viejos y unos cuanto cohetes, para ser mas emocionante la despedida y bienvenida del año. La música estaba asegurada, el trago también, las botellas esperaban en la nevera que suene las doce para ser destapadas.
El sonido del motor del lada rugía y Gregorio acelera y sale veloz, tomando la vía expresa. Encendió la radio y escuchó salsa, como sazonando la previa de lo que seria la fiesta en casa. Ahora estaba por la avenida Benavides, que lucía tranquila, poco iluminada y tránsito vehicular suave. El rojo fuerte del semáforo lo detiene, minuto y medio parado, tiempo suficiente para que tu vida cambie en un abrir y cerrar de ojos. Parada junto a un poste que sostenía un panel de publicidad estaba una guapa mujer, alta, senos grandes y duros, cabello negro ondulado, rostro bonito, pestañas grandes, ojos de ensueño, vestía un blusa negra y minifalda beige infartante, dejando lucir sus bien cuidadas y torneadas piernas. La imaginación perversa de Gregorio lo dejó casi tuerto.
Ella le sonríe, él le responde el gesto guiñándole el ojo derecho. La tentación de mujer se acerca y le dice: me das un aventón, el picarón no iba dejar de pasar esa oportunidad de llevar un bombón y le abre la puerta del copiloto. Sentada le vuelve a sonreír, una sonrisa de encanto tenía la condenada. Dime Norma y le da la mano derecha, soy Gregorio pero dime Goyo. De inmediato la mujer inicia su maquiavélico plan, con sutileza hace un movimiento coquetón, que su minifalda sube mas de lo permitido dejando ver esas impresionantes y lindas piernas y un triángulo negro de su apetitosa ropa intima que cubría la gloria.
El idiota se tragó el cuento y sigue mirando esas irresistibles piernas. Norma actúa de inmediato antes que la magia se acabe y saca un pañuelo blanco de su cartera lo sacude a dos centímetros de la cara del incauto que solo recuerda algo blanco que flameaba como una bandera en cámara lenta.
En su casa Gabino Pampini cantaba faltan cinco para las doce y su mujer e hijos estaban preocupados por su ausencia, sollozando dijo: ¡que raro! nunca falta a la fiesta de año nuevo, pero en fin, seguro se emborrachó con uno de sus amigos. La fiesta continuó, pero no con el mismo entusiasmo. Igual se quemó el muñeco, se tomó, se bailó.
Ya era año nuevo, cinco de la tarde, el auto Lada de Goyo estaba estacionado en la playa, pero alejado de la muchedumbre que disfrutaba del mar, clásico en un inicio de año. Al despertar observa un lindo paisaje, el mar y su encanto, el sol casi tenue, creyó que estaba soñando, pero comprobó que no y se preguntaba que hacía allí y recordó el evento de anoche, la provocativa mujer, sus lindas piernas, el vehículo lucia intacto, no se sustrajeron nada, ni los cuarenta soles de su billetera, pero en el bolsillo de su camisa había 500 soles, ¡que raro! dijo.
Se bajó de su coche, en pleno movimiento sintió un dolor en la parte baja de la espalda, al palparse se dio cuenta de una sutura de 10 centímetros, ¡chucha me robaron un riñón! Lloró como un niño, pensó que ya no sería un hombre normal, que su vida cambiaría para siempre y todo por creerse un "don Juan", levantador de chicas lindas, ¡que idiota, como me tragué ese cuento! Se jaló los pocos pelos de la cabeza, se autoflagelò propinándose bofetadas en su mofletudo rostro, pero ya todo estaba consumado, ese riñón seguro lo negociaron en veinte mil soles y él, recibió 500, qué injusta es la vida.
Ya era año nuevo, cinco de la tarde, el auto Lada de Goyo estaba estacionado en la playa, pero alejado de la muchedumbre que disfrutaba del mar, clásico en un inicio de año. Al despertar observa un lindo paisaje, el mar y su encanto, el sol casi tenue, creyó que estaba soñando, pero comprobó que no y se preguntaba que hacía allí y recordó el evento de anoche, la provocativa mujer, sus lindas piernas, el vehículo lucia intacto, no se sustrajeron nada, ni los cuarenta soles de su billetera, pero en el bolsillo de su camisa había 500 soles, ¡que raro! dijo.
Se bajó de su coche, en pleno movimiento sintió un dolor en la parte baja de la espalda, al palparse se dio cuenta de una sutura de 10 centímetros, ¡chucha me robaron un riñón! Lloró como un niño, pensó que ya no sería un hombre normal, que su vida cambiaría para siempre y todo por creerse un "don Juan", levantador de chicas lindas, ¡que idiota, como me tragué ese cuento! Se jaló los pocos pelos de la cabeza, se autoflagelò propinándose bofetadas en su mofletudo rostro, pero ya todo estaba consumado, ese riñón seguro lo negociaron en veinte mil soles y él, recibió 500, qué injusta es la vida.