Fin de semana, sábado, día del pueblo, movimiento nocturno en toda la ciudad. Alboroto en la comisaría, todos los efectivos policiales se pelean por salir a patrullar las calles de Lima. El interés desmedido es porque al terminar la jornada de trabajo los uniformados llegan felices, chinos de risa, panzones de tanto tragar, los bolsillos llenos, con billetes y monedas producto de las coimas.
En el otro lado de la ciudad, Fortunata, 65 años, se dispone a dormir temprano, la razón, tendrá que levantarse temprano para irse a trabajar a la parada donde está su negocio. No tiene necesidad de hacerlo, pero toda su vida ha trabajado, quedarse en casa solo la conduciría a la tristeza y a la muerte antes de tiempo.
Los policías, tenían cuatro horas de "trabajo" y estaban felices, cada uno acariciaba 400 soles y bien guardado en el bolsillo. La noche fue buena, habían "picado" 800 mangos, la cosa es fifty fifty. Ya tragaron su pollo a la brasa de rigor, también ya eructaron de manera escandalosa, sonora, que la bulla de los coches silenció.
El reloj marcaba las cuatro de la mañana, Fortunata estaba sentada en el bus, destartalado, bullicioso que la llevaría a su centro de labores. El vehículo estaba casi vacío, la madrugada fría, solo se escuchaba a un niño que entonaba una canción de Chacalón, al pasar el sombrero, solo recolectó algunas monedas.
Los policías seguían haciendo su noche, deteniendo vehículos para "picarlos" sin otro fin, dejando a los ciudadanos a su suerte, que sean asaltados, incluso en sus propias narices. El copiloto observa a un bólido azul de lunas polarizadas cruzar disparado por una avenida, los dos se miran y ríen a carcajadas, se frotan las manos y el que maneja dice: está huevón ese cojudo que se cree. Su compañero vocifera: Pisa, pisa que se nos escapa.
Detienen al vehículo, baja el copiloto de la patrulla, habla con el conductor del bólido, detecta aliento a alcohol . El infractor sin miramientos dice: cómo es, el policía: mil soles, aquí tiene, gracias, ¿puedo irme? siga su camino caballero dice la autoridad corrupta sin ocultar su alegría. Quemando llantas salió disparado el borracho.
Fortunata se levanta de su asiento y baja en el paradero, cruza la avenida y grita: ¡ayyy!, fue un golpe fuerte, seco. El borracho del bólido causante de la tragedia vociferó: Noo, vieja cojuda para que te cruzas. La mujer murió en el acto. Aparecen los curiosos, la escena es de espanto. Llega la patrulla que dejó libre al asesino por mil soles. El copiloto baja rápido y dice: llamen a la ambulancia, un indigente que presenciaba la escena le dice: ya para qué, está muerta, sí, dice el policía cutrero, se acerca y retira el periódico que cubría la cara de la atropellada. Nooo, mamaaá dice, no puede ser; se vuelve loco, por mi culpa estás muerta, nooo, sigue gritando, con su pistola de reglamento en mano se dispara un tiro en la cabeza.