La previa a un encuentro de fútbol, ya sea de Universitario o Alianza Lima, los equipos más populares del Perú, se puede apreciar que los vecinos que viven alrededor de los estadios empiezan a sentir pánico por el alboroto que se arma. Los hinchas de las barras, bueno en realidad son delincuentes que se camuflan como seguidores de un club, pero su real objetivo es crear el caos, el pandillaje y, robar. Son las populares las que cobijan a estos indeseables; están la temible Trinchera Norte por parte de los cremas y a los malcriados de Comando Sur que abrigan a los íntimos.
La mayoría de estas mal denominadas barras bravas viven en las zonas periféricas de la capital, donde la miseria se une con la impotencia de que los chicos tienen que lidiar con innumerables problemas, como el hambre; sin oportunidades de trabajo, donde los hogares difuncionales y quebrados son el pan de cada día. Sumado todos estos factores en su contra, sólo les queda algo para desfogar: esperar el fin de semana para ir al estadio, saliendo de sus hogares cual toro que es torturado antes de salir al ruedo, corriendo a toda prisa, despidiendo toda su furia.
Los barristas que causan violencia, desmanes antes, durante y después del fútbol, se agrupan en un lugar determinado de sus barrios, beben alcohol barato, fuman marihuana y pbc, una vez sasonados empiezan el recorrido al templo de la locura, la descarga emocional que es el estadio y en su alocado camino, destrozan todo que ven a su paso; roban todo lo que pueden; celulares de transeúntes despistados, mercaderías de indefensos ambulantes, etc. La policía poco puede hacer, pues sus integrantes no corren nada; la panza que tienen, igual que la de Alan García, les impide una buena performance en el trabajo.
La muerte absurda de María Paola Vargas, por parte de los barristas cremas ya fue la gota de colmó el vaso, todos hicieron eco de este suceso; el Ministro del Interior, Octavio Salazar dijo que se tiene que carnetizar a los hinchas; el problema no viene por ahí, es un problema social; como vamos a pedir que las pandillas, las barras tengan un comportamiento mesurado, si tenemos un presidente que fue acusado de enriquecimiento ilícito, se fue a París y esperó a que prescriban sus supuestos delitos; que a Fujimori se le acusa de ladrón y ahora está en la cárcel por matar gente; que los funcionarios del estado roban al pueblo, la prueba: los faenones de los petroaudios; que los policías paran coimeando día y noche; que tenemos un alcalde Limeño autoritario y que tiene una caja chica que se surte de los transportistas que los tiene de lornas; que somos tan piñas de votar por congresistas "roba luz", "come pollo", etc; que nadie respeta las colas de espera; que muchos no saben para que sirve la luz roja; que los indecentes tienen un lema: "ya pues como es". Como vamos a pedir un cambio, sí todo está podrido, empezando por nuestras autoridades que son las primeras en dar el ejemplo, pero se comportan como es delincuentes de pacotilla, amparados en el cargo, el terno y la corbata.
La mayoría de estas mal denominadas barras bravas viven en las zonas periféricas de la capital, donde la miseria se une con la impotencia de que los chicos tienen que lidiar con innumerables problemas, como el hambre; sin oportunidades de trabajo, donde los hogares difuncionales y quebrados son el pan de cada día. Sumado todos estos factores en su contra, sólo les queda algo para desfogar: esperar el fin de semana para ir al estadio, saliendo de sus hogares cual toro que es torturado antes de salir al ruedo, corriendo a toda prisa, despidiendo toda su furia.
Los barristas que causan violencia, desmanes antes, durante y después del fútbol, se agrupan en un lugar determinado de sus barrios, beben alcohol barato, fuman marihuana y pbc, una vez sasonados empiezan el recorrido al templo de la locura, la descarga emocional que es el estadio y en su alocado camino, destrozan todo que ven a su paso; roban todo lo que pueden; celulares de transeúntes despistados, mercaderías de indefensos ambulantes, etc. La policía poco puede hacer, pues sus integrantes no corren nada; la panza que tienen, igual que la de Alan García, les impide una buena performance en el trabajo.
La muerte absurda de María Paola Vargas, por parte de los barristas cremas ya fue la gota de colmó el vaso, todos hicieron eco de este suceso; el Ministro del Interior, Octavio Salazar dijo que se tiene que carnetizar a los hinchas; el problema no viene por ahí, es un problema social; como vamos a pedir que las pandillas, las barras tengan un comportamiento mesurado, si tenemos un presidente que fue acusado de enriquecimiento ilícito, se fue a París y esperó a que prescriban sus supuestos delitos; que a Fujimori se le acusa de ladrón y ahora está en la cárcel por matar gente; que los funcionarios del estado roban al pueblo, la prueba: los faenones de los petroaudios; que los policías paran coimeando día y noche; que tenemos un alcalde Limeño autoritario y que tiene una caja chica que se surte de los transportistas que los tiene de lornas; que somos tan piñas de votar por congresistas "roba luz", "come pollo", etc; que nadie respeta las colas de espera; que muchos no saben para que sirve la luz roja; que los indecentes tienen un lema: "ya pues como es". Como vamos a pedir un cambio, sí todo está podrido, empezando por nuestras autoridades que son las primeras en dar el ejemplo, pero se comportan como es delincuentes de pacotilla, amparados en el cargo, el terno y la corbata.
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