Luego de salir de la ducha María Luisa se acicala frente al espejo grande de la cómoda de su cuarto, se da los últimos toques de maquillaje, se cepilla el cabello, se echa perfume francés, se observa en el espejo como diciendo: ¡estoy regia, preciosa! no había dudas, con su 1.70 cm, admirable, curvas en su lugar, unos ojos verdes matadores y linda sonrisa. Luego del ritual de embellecimiento se dirige a la sala de la casa donde están sus hijos y su esposo, se despide de ellos diciendo: me voy a trabajar -cuídate- le dicen sus hijos; sonríe, sale apresurada -no llegues tarde- le dice el marido, ella mirando su reloj de pulsera voltea y le guiña un ojo.
María Luisa vestida con una minifalda dejando ver sus firmes piernas se va a trabajar. Viernes 9 de la noche, llega a una peña restaurante donde cada fin de semana luce lleno, donde los oficinistas llegan a relajarse toda la noche después de una semana ardua de trabajo. El lugar es acogedor donde hay buena comida, abundante cerveza, pisco sour, y una orquesta que pone a todos a bailar.
En el local se reunió con Fabiola, Carlos y Ricardo, amigos del trabajo. Estaban en pareja, empezaron a trabajar. Bailaron, tomaron cerveza de manera moderada, comieron algo; siguieron divirtiéndose, bebiendo. Los cuatro lo hacían tan natural que no despertaba las sospechas de nadie. Ellos observaban todo el movimiento de los mozos, también miraban fijamente a la guapa chica que oficiaba como cajera.
Eran las 2 de la madrugada, el local reventaba de gente, la bulla de la orquesta no dejaba conversar, pero sí animaba a bailar. Los cuatro amigos se miraron y entendieron que era hora de actuar. Sentados en la mesa después de bailar "el periódico de ayer" de Héctor Lavoe pidieron la cuenta al mozo, éste les dice: son 120 soles. María Luisa que comandaba el grupo de trabajo saca un billete de 200 soles y le dice Boleta por favor, el empleado hace una mueca desagradable y se retira, demora cinco minutos y regresa con el cambio y un papel simple que no era boleta de venta.
De inmediato los cuatro se levantan y se dirigen a la caja, sacan su fotocheck y se identifican: de la SUNAT señorita, la cara pálida de la cajera lo dice todo, ¡nos agarraron! musitó. La fiesta no se detuvo, seguía la música, pero los agentes encubiertos hicieron su trabajo y el establecimiento seria cerrado por una semana por no entregar boletas y facturas, con lo cual evadían al fisco.
María Luisa y su grupo continuaron trabajando de noche realizando un gran trabajo sin despertar sospechas, cerrando establecimientos a los infractores. Lo malo que ese dinero que se recauda para el erario nacional sea saqueado después por los malos funcionarios y políticos de turno quienes se comportan como unos vulgares delincuentes.
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