Inicios de los 80. Época de buenas películas y música. Una década estupenda. Frisaba la etapa más complicada (la adolescencia) estaba en el colegio; la palomillada en todo su esplendor.
Trujillo, mi ciudad de origen; el cine teatro Municipal ofrecía siempre películas ganadores de Oscar; también era sede del Festival Nacional de Ballet.
Nueve de la noche de un fin de semana, fuimos al cine con dos amigos del barrio. Antes de llegar a la boletería advertimos que la entrada a galería estaba desguarnecida, el tío que se encargaba de controlar dicho acceso estaba más distraido que nunca; decidimos amagarlo y sin darse cuenta ya estábamos arriba bien sentados para deleitarnos con Expreso de Medianoche; con el ahorro de las entradas teníamos para la cancha o para el sublime.
Que estupenda película, quedé tan impactado con la cinta que la observé cuantas veces me permitiò el tío encargado de vigilar el acceso al cine.
La magistral actuación de Billy Hayes (Brad Davis) me quedó grabada hasta ahora. La forma de sobrevivir en la cárcel, dura como todas, y la idea de escapar que al final lo logra. La escena donde la novia lo visita al penal, describe como los seres humanos necesitamos del afecto de los seres queridos y que al perderlos por un tiempo nos damos cuenta del error que cometimos. Billy (Brad Davis) observa los pechos insinuantes de su novia y quiere besarlos, pero no puede, un vidrio impide ese acercamiento.
Mañana se celebra el día mundial de la lucha contra el SIDA. Brad Davis murió de esta enfermedad el 8 de septiembre de 1991. Su vida y su talento se acabo a los 41 años. Su esposa Susan Bluestein afirmó que él no era gay; pero que si consumía cocaína.
Cuando el tiempo me lo permite vuelvo ver la película, escuchar la música a cargo de Giorgio Morodor me vuelve al pasado, esa de la mocedad, de las palomilladas de barrio.
El SIDA se llevó a Brad; también el celebré actor Rock Hudson, a Freddy Mercury. La enfermedad no tiene distinción; si se llevó a famosos, imàginate si algún día te toca la puerta para entrar.
Trujillo, mi ciudad de origen; el cine teatro Municipal ofrecía siempre películas ganadores de Oscar; también era sede del Festival Nacional de Ballet.
Nueve de la noche de un fin de semana, fuimos al cine con dos amigos del barrio. Antes de llegar a la boletería advertimos que la entrada a galería estaba desguarnecida, el tío que se encargaba de controlar dicho acceso estaba más distraido que nunca; decidimos amagarlo y sin darse cuenta ya estábamos arriba bien sentados para deleitarnos con Expreso de Medianoche; con el ahorro de las entradas teníamos para la cancha o para el sublime.
Que estupenda película, quedé tan impactado con la cinta que la observé cuantas veces me permitiò el tío encargado de vigilar el acceso al cine.
La magistral actuación de Billy Hayes (Brad Davis) me quedó grabada hasta ahora. La forma de sobrevivir en la cárcel, dura como todas, y la idea de escapar que al final lo logra. La escena donde la novia lo visita al penal, describe como los seres humanos necesitamos del afecto de los seres queridos y que al perderlos por un tiempo nos damos cuenta del error que cometimos. Billy (Brad Davis) observa los pechos insinuantes de su novia y quiere besarlos, pero no puede, un vidrio impide ese acercamiento.
Mañana se celebra el día mundial de la lucha contra el SIDA. Brad Davis murió de esta enfermedad el 8 de septiembre de 1991. Su vida y su talento se acabo a los 41 años. Su esposa Susan Bluestein afirmó que él no era gay; pero que si consumía cocaína.
Cuando el tiempo me lo permite vuelvo ver la película, escuchar la música a cargo de Giorgio Morodor me vuelve al pasado, esa de la mocedad, de las palomilladas de barrio.
El SIDA se llevó a Brad; también el celebré actor Rock Hudson, a Freddy Mercury. La enfermedad no tiene distinción; si se llevó a famosos, imàginate si algún día te toca la puerta para entrar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario